7• El precio para ser libre.
Apreté el gatillo un poco más, temblando. Mis dedos sudaban, mis ojos ardían, y las lágrimas empezaban a nublarme la vista.
—¿Cómo sabes de ella? —pregunté con la voz quebrada, odiando que sonara más desesperada que furiosa.
Dean me observó en silencio unos segundos. Su mirada era tranquila, casi estudiándome.
—Si bajas el arma —dijo al fin, con esa voz grave que me helaba la sangre—, tal vez te diga dónde está. Incluso podría ayudarte a encontrarla. No es lo que más quieres, ¿no?
Lo miré con rabia, intentando descifrar si mentía.
—¿Y cómo sé que puedo confiar en ti? ¿Que no estás jugando conmigo?
—Supongo que tendrás que tenerme un poco de fe —respondió con una ligera sonrisa.
Solté una risa vacía. No había nada de alegría en ella, solo cansancio.
—Tal vez está muerta… —murmuré—. Si lo está, ¿qué sentido tiene todo esto? No tengo a nadie.
Bajé la mirada y, sin pensarlo, giré el arma hacia mí. El metal frío tocó mi sien.
Por un segundo, todo pareció detenerse. Cerré los ojos y apreté