6• Dean Hoffman.
Desperté con la sensación de estar flotando. O cayendo. No estaba segura. Mi cabeza latía con fuerza y la boca me sabía a sangre y metal. Parpadeé varias veces, tratando de enfocar lo que tenía delante, pero todo se movía. La vibración bajo mis pies era constante, como un rugido lejano, y fue entonces cuando lo entendí.
Un avión.
El corazón se me encogió. Miré a mi alrededor, y mis manos esposadas sobre mi regazo me devolvieron de golpe a la realidad. Estaba sentada en un asiento de cuero, con las ventanas cubiertas parcialmente por cortinas. Logré girar la cabeza hacia una de ellas y vi, entre los huecos, el cielo extendiéndose en tonos grises. Ya estábamos en el aire.
Sentí el estómago darme un vuelco. Nunca en mi vida había subido a un avión, y el movimiento del vuelo me provocó un mareo que me recorrió entera. Cerré los ojos por un momento, intentando respirar.
—Jefe, ha despertado. —Una voz masculina resonó a mi izquierda.
No la conocía. Pero el tono —respetuoso, casi temeroso— m