8• Lo haré.
No podía creer lo que acababa de escuchar.
¿Un hijo?
Por un segundo pensé que había entendido mal, que el ruido del avión había distorsionado sus palabras. Pero no. Dean me miraba con esa calma inquietante que me revolvía el estómago, como si acabara de ofrecerme algo tan simple como una taza de café.
Un hijo.
Mi hijo.
Tragué saliva, intentando que no se notara el temblor en mis manos. No podía aceptar algo así. No podía traer una vida solo para entregársela, ni siquiera por Celine. Por mucho que la necesitara, por mucho que doliera no saber dónde estaba.
Un hijo no se negocia. No se cambia. No se entrega.
Miré por la ventanilla. Las nubes parecían moverse lentamente bajo nosotros, teñidas por un atardecer pálido que no tenía ni un rastro de calidez. Todo era silencioso, casi sofocante.
Él no decía nada, solo me observaba, esperando. Esa mirada suya me quemaba la piel, pero yo no podía apartar los ojos del cielo. No quería que me viera derrumbarme. No quería que pensara que me tenía.