72• Su hija.
El móvil volvió a sonar desde la mesita, cortando cualquier intento de resistencia. Terminé por ceder. Me giré, levantando el cabello para dejarle el cuello libre.
Sentí sus dedos, fríos al principio, recorrerme la piel hasta que el clic del cierre resonó suavemente detrás de mi nuca. El colgante cayó sobre mi pecho: una pequeña paloma metálica, estilizada y moderna, con las alas recogidas y una superficie tan pulida que parecía casi futurista. Tenía un peso extraño para algo tan diminuto, y en uno de los laterales había una ranura finísima que parecían parte del diseño… aunque no entendía por qué una paloma necesitaría una ranura.
Cuando terminó, sus labios rozaron mi cuello en un beso corto que me erizó entera. Me giré hacia él, sintiendo la paloma asentarse justo sobre mi piel, más fría de lo esperado. Sus ojos se quedaron fijos en el colgante por un segundo que se sintió más largo de lo normal, como si estuviera comprobando algo, antes de subir de nuevo a los míos con una intensid