Ryan se llevó la mano al comunicador que llevaba en el oído.
—Thomas, necesito que vengas. Es urgente —dijo con voz baja pero firme.
Un par de segundos después, la interferencia se mezcló con una voz grave y cansada.
—En camino.
Allegra apretaba las manos frente a ella, visiblemente nerviosa.
—Puedo mostrarles el lugar. Está justo detrás del depósito viejo —dijo.
Thomas regresó, y bastó con verlo cruzar la puerta para que el ambiente cambiara. Tenía esa forma de llenar el espacio sin necesidad de decir una palabra. Ryan le explicó brevemente lo que Allegra había contado, y Thomas soltó un resoplido, entre desconcierto y tensión.
—De acuerdo —dijo—. Allegra, muéstranos el acceso.
Ryan asintió, y antes de que salieran, Thomas se giró hacia mí.
—Señorita Thalía, será mejor que se quede aquí.
—No —respondí, casi sin pensar.
Ryan me miró, sorprendido por la firmeza de mi tono.
—Es más seguro que—
—No —interrumpí de nuevo, alzando la voz apenas—. Quiero ver con mis propios ojos de dónde vin