30• Te tengo, tesoro.
—Thalía… —su tono era bajo, firme, con ese dejo de autoridad que hacía que todo lo demás pareciera detenerse—. Escúchame bien.
Tragué saliva.
—Estoy escuchando.
—No te muevas de donde estás. Voy a enviar a uno de los hombres que están cuidando la casa, irá hacia ustedes.
Oí cómo su voz se alejaba apenas, como si hablara con alguien más.
—Jeff, que Thomas y Ryan vayan hacia la cocina. Quiero que aseguren la planta baja y que no dejen que nadie entre o salga. Ya.
Volvió a mí, más apremiante.
—¿Dónde estás exactamente?
—En la cocina —dije, apenas un hilo de voz—. Con Allegra.
—Bien —murmuró—. Quédate ahí. No abras la puerta a nadie que no sean ellos.
El silencio se estiró unos segundos más. Luego, sin pensarlo, las palabras salieron de mis labios:
—Dean… ¿y si fue una trampa? ¿Y si esa pista era para sacarte de aquí?
Hubo una breve pausa. Lo imaginé apretando la mandíbula, esa forma en que siempre lo hacía cuando algo lo irritaba, pero no quería mostrarlo.
—No te preocupes por mí —dijo a