Me quedé inmóvil durante unos segundos, intentando ordenar las palabras que se agolpaban en mi cabeza y se negaban a salir. ¿Qué se suponía que debía decirle? Podía contarle la verdad, hablarle de lo que había sentido… pero temía que sonara a excusa, o peor aún, a debilidad. Y no quería que me viera así. No después de todo lo que había pasado.
—No creí que fuera necesario mencionarlo —terminé diciendo, con la voz más firme de lo que esperaba.
Dean me miró con esa intensidad afilada, casi desafiándome.
—¿No creíste que decirme que eras virgen fuera algo importante? —me preguntó, cortante, buscando comprender más allá de mis palabras.
Tragué saliva antes de hablar, intentando sonar más tranquila de lo que realmente estaba. Ya no tenía sentido fingir, no después de todo.
—¿Habría cambiado algo? —pregunté, sin apartar la mirada—. Tú querías un hijo, y esa era la única forma de que pasara. Que fuera virgen o no… no cambia nada. ¿O sí?
Él me observó durante un largo rato, como si evaluara s