20• Eres… deliciosa.

El pomo estaba helado bajo mi mano, pero aun así no lo solté.

Por un momento, pensé que si me quedaba quieta el tiempo suficiente, él se iría. Que se cansaría de esperar. Que todo podría quedarse suspendido en ese silencio frágil, sin tener que enfrentarlo.

Mi corazón se sobresaltó. Me quedé quieta, conteniendo la respiración, esperando que se detuviera. Pero volvió a golpear.

—Abre la puerta, Thalía. Sé que estás despierta —dijo Dean, con esa voz baja, grave, imposible de ignorar.

Tragué saliva, sin saber si debía hacerlo. No quería verlo, no esa noche. No cuando apenas empezaba a sentir un poco de calma. Pero sabía que si no abría, seguiría ahí. Así que giré el pomo.

Cuando lo vi, sentí ese mismo torbellino de siempre. Esa mezcla de rabia y algo más que odiaba reconocer.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando sonar firme.

—Sabes qué hago aquí —respondió él, mirándome de una forma que me hizo estremecer.

—¿Vas a cobrar tu parte de nuestro pacto? —dije, dando un paso atrás, sin apa
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