19• Ni se te ocurra moverte.
Daryl me soltó con cuidado, casi con culpa, y durante un segundo ninguno de los dos dijo nada. El aire era pesado. Sin mirar atrás, empecé a caminar hacia la casa. No entendía por qué Dean me había hablado así… por qué esa furia dirigida hacia mí.
No tenía sentido.
Di un par de pasos más, pero entonces sentí cómo Daryl me tomaba del brazo y se adelantaba, quedando justo frente a la puerta.
—Espera —murmuró.
Me miró un instante, con algo en los ojos que no supe leer, y luego entró primero, dejando que yo quedara detrás de él.
Dean seguía de pie en el medio del pasillo, con la camisa todavía pegada al cuerpo y la mandíbula tensa. La casa estaba en silencio, tan quieta que podía oír los latidos de mi propio corazón golpeando en el pecho.
—Me parece que tú y yo tenemos algo de qué hablar —dijo Daryl con voz baja, pero firme.
Dean giró lentamente, clavando su mirada en él.
—No estoy de humor para hablar contigo ahora, Daryl. —Su voz era tan fría que me hizo estremecer—. Thalía, al despacho