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4° La quiero para mí

Romeo Mancinelli

La dejé ir, sintiendo que había abierto una puerta que no podía cerrar. Elif Pellegrini era una fuerza de la naturaleza, y su presencia había comenzado a desestabilizar mi mundo.

Mientras la observaba alejarse, supe que esto era solo el comienzo ¿De qué? Aún no lo sé.

Había algo en su mirada que me decía que no todo estaba resuelto. La curiosidad me impulsó a seguirla, pero decidí quedarme en el salón, esperando a que la tormenta pasara. Pasaron unos minutos antes de que escuchara el sonido de una puerta abriéndose de golpe. La habitación donde Elif había entrado se convirtió en un escenario de furia y frustración. La escuché gritar, sus palabras resonando con fuerza a través de las paredes.

—¡No puedo creer que me hayan traído aquí! ¡Esta familia es un chiste! —exclamó, su voz cargada de rabia. —¡Son todos unos despreciables!

Sus palabras eran como dagas, atravesando el silencio que había dejado su música. Me pregunté qué había desencadenado esa explosión.

—¡Los Mancinelli, son iguales de despreciables! —gritó, su voz llena de desdén. —¡Piensan que pueden jugar con la gente como si fueran piezas de ajedrez!

A lo lejos escuché la voz de su padre tratando de calmarla.

La ira en su tono era palpable, y aunque sabía que no debía involucrarme, no pude evitar sentir una mezcla de sorpresa y admiración. Era valiente, y su sinceridad era refrescante, incluso en su furia.

—¡Solo quieren que haga lo que ellos dicen! ¡No soy un peón en su juego! —continuó, su voz resonando en el pasillo — ¿Cómo puedes trabajar para estas personas papá? Yo no conozco a esta familia y tampoco me interesa hacerlo, pero cuando ya no puedas defender sus cagadas, se deshará de ti como lo hacen con todo el mundo.

Decidí que era momento de intervenir. Me levanté y caminé hacia la puerta de la habitación. Cuando la abrí, Elif estaba de pie, con los puños apretados y el rostro encendido por la rabia. Era una imagen poderosa, y a la vez, inquietante.

—Elif —comencé, intentando calmar la situación.

Pero ella no me dejó hablar.

—¡No me hables! ¡No quiero escuchar nada de ti! —se giró hacia mí, y en sus ojos había una mezcla de desafío y dolor. —¡Tú y tu familia son exactamente lo que pensé que eran! ¡Despreciables!

Mientras pasaba a mi lado, su mirada ardía con una furia que no podía ignorar. Sentí que sus palabras me atravesaron como un dardo, pero no podía dejar que eso me afectara.

—¡Son iguales a vosotros! —dijo con desprecio, apuntando hacia mí y luego hacia el aire, como si estuviera señalando a toda mi familia. —¡No tienen respeto por nadie! ¡Solo les importa su propio poder! Odio a los hombres como ustedes.

La intensidad de su voz resonó en el pasillo, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. La rabia y la frustración que emanaba de ella eran contagiosas.

—Entiendo que estés enojada —dije, intentando mantener la calma. —Pero no puedes generalizar así. No todos somos iguales.

Ella se detuvo, mirándome con una mezcla de incredulidad y desafío.

—¿De verdad crees que hay una diferencia? —preguntó, su voz más baja pero igual de intensa. —Tú, tu hijo... todos son parte de lo mismo.

Dio dos pasos hacia mí.

— No sé qué intenciones tienes al regresar aquí después de tantos años, sé que mi padre es parte de su complot pero yo no y dile al imbécil de tu hijo que sí soy una perra, pero jamás sabrá cómo muerdo.

Elif no esperó a que le respondiera. Con un último vistazo lleno de desprecio, se dio la vuelta y salió del viñedo, dejando la puerta abierta tras de sí. La brisa fría de la tarde entró en el salón, trayendo consigo una sensación de vacío. Me quedé allí, sintiendo que la tormenta que había desatado en su interior también había tocado algo en mí. La verdad era que había algo en su furia que resonaba profundamente.

Mientras la escuchaba alejarse, una parte de mí se preguntó si había algo que pudiera hacer para cambiar su percepción. Quizás no era solo una cuestión de poder, sino de conexión.

Empuñé mis manos con fuerza cabreado al entender que esta furia inesperada de la hija del consigliere es causada por Theo ¿Qué le hizo? Me dirigí hacia la habitación donde había visto a Theo, no sin antes ver las cámaras de seguridad, La puerta estaba entreabierta, y al asomarme, lo vi de pie, con una expresión desafiante. Su postura era la de un guerrero, pero en sus ojos había algo más: un destello de arrogancia que me preocupaba.

—Theo —dije, intentando mantener la voz firme—. Necesito hablar contigo.

Se giró lentamente, su mirada fría y evaluadora. —¿Sobre qué, padre? —respondió, con un tono que desafiaba mi autoridad.

Avancé hacia él, cerrando la puerta tras de mí. No podía permitir que nuestras conversaciones se filtraran a otros.

—Escuché lo que le dijiste a Elif —miento, sintiendo que la ira comenzaba a burbujear en mi interior.

Él se encogió de hombros, como si la conversación no tuviera importancia. —¿Y qué? —preguntó, despectivo—. Solo le dije la verdad.

—¿La verdad? —repliqué, sintiendo que la frustración se apoderaba de mí—. ¿La verdad de que es una perra? ¿O te molestó que te haya dicho que eres un payaso?

Theo me miró con desdén. —Ella vino aquí con una actitud arrogante. No me gusta que se sienta superior a nosotros.

Respiré hondo, intentando calmarme. No podía dejar que su arrogancia me arrastrara. —¿Te has puesto a pensar en cómo se siente ella? —pregunté, tratando de hacerle ver el otro lado.

—No es mi problema —contestó, cruzando los brazos.

—No, pero es nuestro problema. Es la hija de Marcelo Pellegrini. Esto no es solo un juego, Theo. Lo que dijiste puede tener consecuencias.

Sus ojos se entrecerraron. —¿Así que ahora te importa lo que piense una niña mimada?

—No es solo una niña mimada —respondí, con más firmeza—. Ella tiene su propia historia, y por lo que he visto, es fuerte y decidida. No puedes tratarla como si fuera un objeto en nuestra propiedad.

Theo se quedó en silencio, y por un momento, pude ver una chispa de duda en su mirada. Era un destello que necesitaba aprovechar.

—Ella está aquí porque tu padre la obligó a venir, no porque quiera estar en este mundo —continué—. La presión que siente es inmensa. Si sigues tratándola así, solo crearás más problemas para nosotros. Es lo más preciado de Marcelo y no me conviene que nos traiciones por tu inmadurez.

Finalmente, mi hijo pareció reflexionar sobre mis palabras. —¿Entonces crees que debería disculparme? —preguntó, con su tono menos desafiante.

—No solo disculparte, sino entender que cada acción tiene repercusiones. Ella es parte de un juego más grande, y si no lo entiendes, podrías perder más de lo que imaginas.

Theo se pasó una mano por el cabello, frustrado.

—No sé si puedo hacerlo, padre. No estoy acostumbrado a que me desafíen.

—Eso es lo que la vida hace, hijo. Te desafía para que crezcas. No se trata solo de poder, sino de respeto.

Finalmente, asintió, aunque con reticencia. —Está bien. Tal vez tenga que reconsiderar mi enfoque.

—Hazlo por ti mismo, no solo por ella. Esto podría ser una oportunidad para aprender algo valioso.

Salí de la habitación sintiéndome un poco más aliviado. La conversación no había sido fácil, pero había logrado que Theo comenzara a ver las cosas desde otra perspectiva. Mientras caminaba por el pasillo, reflexioné sobre Elif. Su fortaleza y su desafío habían comenzado a hacer mella en mí, y aunque la situación era complicada, sabía que había algo especial en ella. Tal vez, solo tal vez, esta confrontación podría ser el inicio de un cambio, no solo para ellos, sino también para mí y para nuestra familia.

[...]

La brisa suave del atardecer acariciaba mi rostro mientras me encontraba en la terraza de mi viñedo. Las vides se extendían ante mí, sus hojas brillando con el dorado del sol poniente. Pero a pesar de la belleza que me rodeaba, mi mente estaba atrapada en recuerdos que no podía evitar.

Cerré los ojos y dejé que la nostalgia me invadiera. Pensé en mi difunta esposa, Isabella. Era rubia, de ojos claros y una risa contagiosa que iluminaba cualquier habitación. Pero no era su apariencia lo que me hacía pensar en Elif; era su carácter. Isabella era fuerte, decidida, con una chispa indomable que desafiaba a todos, incluso a mí. Recordé cómo se enfrentaba a los problemas con una valentía que pocos podían igualar. Esa misma valentía que había visto en Elif. Ambas tenían una forma de desafiar las expectativas, de no dejarse amedrentar por la adversidad.

Pero también recordé la oscuridad que se cernía sobre nuestras vidas. La mafia turca no perdonó a Isabella. Su muerte fue un golpe devastador, un recordatorio brutal de que en este mundo, la lealtad y la traición estaban a menudo entrelazadas.

La noche en que la asesinaron, todo sucedió tan rápido. La puerta se abrió de golpe y, antes de que pudiera reaccionar, los hombres entraron. No había tiempo para pensar, solo para actuar. Pero ya era demasiado tarde.

La imagen de su rostro, lleno de miedo y sorpresa, se grabó en mi mente. La sangre fría con la que la mataron me persiguió durante años. No importaba cuántas veces intentara dejar atrás ese momento; siempre volvía a mí, como un eco doloroso.

Mirando hacia el horizonte, me preguntaba si Elif también se vería atrapada en una red de violencia y traición. ¿Podría su fortaleza ser suficiente para sobrevivir en este mundo? Isabella había sido víctima de una guerra que nunca eligió, y aunque su carácter la había hecho fuerte, no pudo escapar de la oscuridad que la rodeaba.

Elif, con su desafío y su fuego, recordaba a Isabella en muchos aspectos. Ambas eran mujeres que se negaban a ser definidas por los hombres a su alrededor. Pero, ¿qué pasaría si Elif se encontrara en la misma situación? ¿Podría enfrentar la brutalidad de la mafia y salir ilesa?

Me apoyé en la barandilla de la terraza, sintiendo el peso de la culpa y la tristeza. La vida había sido cruel, y aunque había encontrado formas de seguir adelante, la sombra de Isabella siempre estaría presente.

Era un recordatorio constante de que la violencia no solo destruye vidas, sino también sueños y esperanzas. El mundo en el que vivíamos era despiadado, y aunque había aprendido a proteger a mi familia, sabía que siempre habría un riesgo. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, una nueva determinación comenzó a formarse en mi interior. Debía hacer todo lo posible para proteger a Elif. No podía permitir que la historia se repitiera. No otra mujer fuerte, no otra vida arrebatada.

¿Pero por qué debería hacerlo? ¡La acabo de conocer!

Sin embargo, Isabella había sido una mujer valiente, y su legado vivirá a través de mí. Elif podría ser la clave para redimir la oscuridad de mi pasado, y aunque el camino sería difícil, estaba decidido a luchar.

Con un último vistazo al viñedo, me di cuenta de que la vida seguía, y con ella, la esperanza. Elif era un rayo de luz en medio de la tormenta, y no permitiría que la sombra la alcanzara.

La voglio per me, esclusivamente mia.

"La quiero para mí, exclusivamente mía."

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