Vanessa
Abrí los ojos de golpe, asustada. Enseguida me di cuenta de que no estaba en la casa de Dominic; aquel lugar era distinto, sombrío, cerrado por completo. Me levanté tambaleante, caminé hasta la puerta y traté de abrirla desesperada.
—¡Maldita sea, abre la puerta! —grité histérica, golpeando con los puños—. ¡Padre! ¿Por qué me tienes aquí encerrada? ¡Abre la maldita puerta!
Mi respiración se volvió agitada. Sabía que Dorian, cuando se enfurecía, era capaz de cualquier cosa, incluso de matar a mi padre. Había hecho todo esto por él y ahora… ¿por qué esta estupidez? ¿Por qué me tenían secuestrada? Me cansé de tanto gritar hasta que, finalmente, escuché el chirrido del cerrojo. La puerta se abrió lentamente y entraron mi padre y a quel hombre en silla de ruedas.
—Hija, debes tranquilizarte—mencionó mi padre.
Lo miré con furia y luego clavé los ojos en el desconocido.
—Asi mismo es hija mia.
—¡Yo no soy su hija! —escupí las palabras—. Y tú, padre, prepárate, porque no sabes quién e