Dorian
—¿Qué fueron esos disparos? —pregunté, clavando mi mirada en Damiáno con evidente molestia.
Él sonrió de lado, con ese gesto arrogante que tanto me irrita, y sacó lentamente una pistola. El otro tipo, al mismo tiempo, apuntó directo a Gregorio.
—¿Estás jugando? —repliqué con tono desafiante—. Estoy a punto de salir, así que más te vale hablar claro.
—Quiero ver qué tan leal eres a mí —dijo, y yo lo miré frunciendo el ceño.
Me burlé con una risa corta.
—¿Leal? —pregunté con ironía—. Yo jamás seré leal a nadie. A mí me tienen que ser leales. El hecho de que te haya traído esos lotes no significa que te deba fidelidad. El compromiso era simple: te entregaba la mercancía y tú me dabas las armas y las bombas que preparaste. Pero parece que decidiste jugar sucio.
Damiáno comenzó a reír a carcajadas, mientras otros hombres salían de las sombras, rodeándonos.
—Digamos que sí, que quise jugar sucio contigo, Dorian… pero podemos hacer un trato.
—Yo no hago tratos con imbéciles como tú. E