Vanessa
Si antes pensaba que Dorian estaba loco… ahora estoy convencida de que necesita con urgencia un psiquiatra. Y, sin embargo, esa locura suya me atrae como un imán. La idea de tener sexo mientras afuera, tal vez, alguien podría estarnos observando, debería alarmarme. Pero él insiste en que esta ventana es polarizada, que nadie desde fuera puede vernos. Y, conociéndolo, sé que no me expondría ante nadie. Eso solo lo hace más excitante.
Con este hombre estoy aprendiendo cosas que jamás imaginé. Cuando siento cómo juega en la entrada de mi ano, me sobresalto un poco, pero él solo ríe, mordiendo suavemente mi hombro.
—No te preocupes —susurra—. No haré nada que tú no quieras.
Su voz es un suspiro en mi oído. Yo asiento, sin palabras, y empiezo a mover mi cadera lentamente sobre su pene, dejándome llevar por el juego. Él toca mi clítoris con una suavidad experta, haciendo que una oleada de sensaciones me recorra de pies a cabeza, como chispas eléctricas que estallan bajo mi piel.
Lue