Dorian
La cabeza me está dando vueltas. No puedo creer lo que estoy viendo. Mi madre conversando tranquilamente con Vanessa como si fueran amigas de toda la vida. La escena me resulta tan molesta como absurda. Verlas allí, compartiendo palabras y sonrisas fingidas, me revuelve el estómago. Y para colmo, sé que Keyla y mi madre se congeniaron — Para armar su numerito hace un rato— debe estar ahora mismo en el auto esperando después que la heche, llena de rabia, frustración o quizá ganas de volver a escupir veneno.
—Me da gusto ver que mi hijo supo elegir a una bella mujer como tú. Me encanta tu cabello. Eres muy linda, Vanessa — expresó mi madre con esa voz melosa que usa cuando quiere sonar encantadora, pero que a mí no me engaña.
La observé con atención, analizando cada palabra, cada gesto. ¿Estaba siendo sincera o solo quería hacerme creer que aceptaba a Vanessa? Mi esposa bajó la mirada, incómoda, y luego asintió. Me miró de reojo. Claro que no se atrevería a confesarle a mi madre