Capítulo 9

Después de asegurar la puerta de mi apartamento, Félix se movió con una precisión fría. Su mano buscó en el bolsillo interior de su chaqueta, sacando un gorro y unas gafas de sol.

—Póntelos —ordenó, tendiéndomelos.

—¿Camuflaje? ¿En serio? Parezco una adolescente que intenta colarse en una discoteca.

—No se trata de pasar desapercibida, sino de no ser reconocida inmediatamente. Un cambio sutil. Los hombres de Maroni ya conocen tu cabello. Cúbrelo.

¿Maroni? ¿Quién demonios era ese? Decidí no preguntar nada y le hice caso. Me puse la gorra, aplastando mis bucles, y las gafas oscuras, sintiéndome ridícula, pero siguiendo la orden. Él hizo lo mismo, colocándose una gorra que ocultaba su perfil y cubría parcialmente sus intensos ojos verdes.

—Vamos por el callejón trasero —murmuró.

Me guio por el callejón, oscuro y lleno de basura, hasta llegar a un pequeño taller mecánico abandonado. La puerta de metal estaba oxidada y chirrió cuando Félix la pateó con fuerza. Entramos en un garaje polvori
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