La carrera por los pasillos de la mansión no cesaba. Vladislav, Adara, Blade y Florin avanzaban con rapidez, sus pasos resonaban en las piedras frías del suelo. A su alrededor, la oscuridad parecía espesarse más, como si la misma casa tratara de tragarse su presencia, como si supiera lo que estaba por suceder.
«Nos acercamos, está cerca…», la voz de Adara, cargada de preocupación, se coló en la mente de Vladislav. El vínculo entre ellos estaba vibrando, como una cuerda tensada a punto de romperse. Sentía su miedo, su ansiedad, como si fuera suyo.
Vladislav no respondió, pero su mirada fija al frente lo decía todo. La sensación de inminente peligro se hacía cada vez más palpable. El aire estaba cargado de una energía oscura y densa, que solo se había intensificado desde el ataque de Christian.
—¿Dónde están los demás? —preguntó Florin, dejando escuchar el tono de su voz tensa, mientras tomaba la delantera.
—En la ala este —respondió Blade con tono grave y constante, pero con un dejo de