Dos días después, en su mansión, el eco de su pensamiento furioso, obligó a Vladislav Drakos a girar hacia la ventana. Varkar, su lobo, gruñó desde lo más profundo de su ser, exigiendo respuestas. «¿Cómo puedes, tú Vladislav Drakos, el líder más temido de la manada Drakos, estar buscando ayuda de un simple mortal?», gruñó Varkar en su interior exigiendo respuestas. Mientras Vlad pensaba en la forma en que sus enemigos se reirían de su situación, Varkar iba más allá, se sentía frustrado al ver como Vlad pretendía dejar en manos de otro, para colmo, humano una batalla que podrían resolver con un simple asalto de lobos. «¡Un abogado humano!», bufaba su lobo, atormentándolo «¿Cómo vas a permitir que tu poder sea reducido a eso?»En ese preciso momento, la puerta se abrió, y Florin, su Beta, su mano derecha, entró sin dudar. Éste sabía cómo lidiar con los momentos difíciles; era el único capaz de calmar la tormenta en la mente de Vlad, pero incluso aceptaba que esta vez sería complicado
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