Vladislav observaba el horizonte desde el amplio ventanal de su despacho, mientras el sol apenas se asomaba entre las nubes densas. El ruido de la ciudad llegaba a sus oídos apenas en un tono apagado, casi irrelevante para alguien que llevaba su ritmo de vida. Sabía que el caos, como una sombra, siempre estaba al acecho. Era algo que le resultaba natural, pero no en ese instante. En ese momento sentía que las piezas en su vida parecían moverse por su cuenta, sin que él pudiera controlarlas. La relación con Adara, a pesar de sus tirantes distancias y manipulaciones, parecía fortalecerse. Pero los problemas en su manada, las traiciones, las amenazas externas… todo eso lo estaba arrastrando hacia un abismo del que no podía escapar.
—Blade está listo para armar el caos. —La voz de Florin interrumpió sus pensamientos, tan fría y directa como siempre. Vladislav se giró hacia él, encontrándose con su mirada calculadora, casi expectante.
Vladislav asintió lentamente, su rostro se veía sereno,