Vladislav no pudo quitarse de la mente la conversación con Christian. Mientras recorría las sombras de su mansión, la ansiedad lo acechaba como un animal al acecho. Cada paso sobre el mármol helado le recordaba la vulnerabilidad que acababa de descubrir en su propia manada. Christian no solo lo amenazaba con Adara, sino con algo mucho más grande. Y la frase de la conversación seguía dándole vueltas:
«Adara es el puente».
«¿Qué significaba eso? ¿Podrían ser ciertas mis sospechas?».
Algo le decía que la situación no era tan sencilla como un juego de poder entre ellos. La historia que ambos compartían con Adara era más profunda, más peligrosa.
El sonido de las puertas al cerrarse detrás de él cuando entró a la zona privada de la mansión, lejos de la mirada de sus seguidores, fue estruendoso. El silencio del lugar, el eco de sus pasos sobre el suelo, le hizo sentir un vacío aún mayor. Las paredes de piedra parecían estrecharse a su alrededor mientras se dirigía hacia el despacho donde Fl