CAPÍTULO 9 – Memorias bajo el agua
La mañana amaneció tranquila, bañada por un sol tenue que acariciaba las hojas de los manzanos. Parecía que todo en la comunidad respiraba en calma, como si la fiesta y los altercados de noches pasadas hubiesen quedado atrás. Pero aquella paz era frágil, más una ilusión que una certeza.
Kerana se mantenía en silencio dentro de su cabaña, sentada junto a la pequeña ventana de madera. Su mirada vagaba hacia el horizonte, donde los niños corrían detrás de las gallinas, ajenos a las tensiones que la rodeaban. Desde su llegada, no todos la habían aceptado. La belleza que la envolvía era, al mismo tiempo, un don y una condena.
La comunidad murmuraba. Las mujeres la miraban con recelo, algunas con abierta hostilidad, y los ancianos no dejaban de repetir que traer a una extraña solo podía atraer desgracias. La noche anterior, todo se había vuelto aún peor.
Un hombre de la manada, del cual ni siquiera recordaba su nombre, se le había acercado con sonrisas fur