Blair arruinó su vida y la de su hermana por un malentendido. Sin manada, sin loba y con un secreto que podría destruirla, su destino no hacía más que empeorar. Fue salvada por un hombre que le devolvió las ganas de vivir… solo para romperle luego el corazón en mil pedazos. “No quiero lobas defectuosas en mi territorio. Jamás te aceptaré como mi compañera.” El Alfa Maddox la humilló frente a todos, negando el vínculo que compartían. Nunca admitiría que ella le pertenecía. Pero Rhett Maddox también escondía secretos. Y uno en particular, que debía proteger a toda costa, incluso si eso significa destruirse el alma cada vez que rechazaba a Blair. Lo que no imaginó es que ella sería la solución perfecta a todos sus problemas. Para cuando lo descubra… ¿Será demasiado tarde? ¿Se puede recuperar un amor que ha sido herido y pisoteado tantas veces? ¿Blair lo perdonará o descubrirá que hay un mundo más allá de su vínculo quebrado?
Leer másBLAIR
La cama entera se sacude como si estuviéramos en medio de un terremoto. Me levanto de golpe, con el cabello negro hecho un gallinero y la cara de trasnochada. —¡Trajiste esta porquería de dinero! ¡Eres puta para nada! ¡Idiota! Los gritos del vecino retumban a través de las viejas paredes. Sus manotazos sacuden el respaldo de mi cama. Mi despertador de todas las mañanas en este barrio de mierd4 donde vivo. Aunque yo no debería estar aquí… no entre humanos. Como siempre, después vienen los llantos ahogados de su mujer, más insultos y golpes. Me levanto rascándome una nalga, bloqueando mis oídos sensibles. No deben quedarle muebles en esa casa deprimente. Hace que su esposa se prostituya para pagar sus porquerías de drogas y, encima, le colorea la cara todos los días a puñetazos. Menudo hijo de puta. Entro al baño y me lanzo agua helada en el rostro. El grifo gotea sin cesar y el espejo cuarteado refleja las bolsas bajo mis ojos azules claros. El rímel está corrido de anoche. Ni fuerzas tuve para quitármelo. Mi piel pálida tiene ese tono pálido que me delata. Estoy bajando de peso otra vez. No es que mi vida sea un jardín de rosas, tampoco. —Bien, otro día en el paraíso. Me digo en voz baja, tratando de sacar ánimos de donde ya no me quedan. Cuando salgo a la habitación todo en uno, en este mini apartamento de cuarta, ya solo se escucha el sollozo apagado de la humana. Sí, humana, porque yo no lo soy. En teoría, soy una loba. Como muchas otras criaturas, vivo entre ellos. Ocultando mi verdadera naturaleza. Me sirvo una taza cargada de café y me dispongo a encender la vieja televisión solo para hacer ruido de fondo, cuando suena el tono especial en mi móvil. Mi cuerpo se congela. Ese sonido solo puede significar una cosa. Es ella. Mi tormento personal. Tomo el celular con la mano tensa, deseando con todas mis fuerzas que ese nombre no aparezca. Pero claro, ahí está: Riley. —Maldit4 sea —susurro, respirando hondo antes de contestar. —Hermana, cuánto tiempo… —¡Eres imbécil! ¿Por qué me llamó el casero diciendo que estoy atrasada con el arriendo? Cierro los ojos. Trago el nudo que me sube por la garganta. —Riley, te rogué que no te mudaras a ese condominio ridículamente caro. Me retrasé un poco en conseguir el dinero... —¿Te pregunté por tus problemas personales? —me interrumpe hostil. —. No me interesa a cuántos tipos te tengas que follar, pero que no me vuelva a llamar ese hombre. ¡O te vas a arrepentir! —Ya te he explicado que no soy prostituta —mi voz se rompe, bajando involuntariamente. —. Solo pido que consideres mudarte a otra zona, menos... ¿hermana…? —y cuelga luego de decir lo que quería. Como siempre. Me quedo con el zumbido del silencio en el oído. Suspiro mientras abro la aplicación del banco, soñando con que el dinero se multiplicó en la noche. Diosa… si pago su renta en ese barrio de millonaria, más las deudas que ya tengo a su nombre, no me va a alcanzar para pagar la mía. Camino hacia el refrigerador y lo abro con resignación. El interior me recibe con una botella de agua, un cartón de huevos a medio usar y dos peras arrugadas que parecen burlarse de lo patética que soy. Y pensar que ya cobré. Esto es lo que me queda para sobrevivir el mes. —¿Se puede vivir del aire y las gotas de rocío? Me aprieto el cabello con frustración y me apoyo en la encimera de fórmica descascarada. Vuelvo a tomar el móvil y marco. —Blair, ¿qué haces despierta? —responde Cassidy, con voz adormilada. —¿Aún necesitas quien te ayude a descargar la mercancía? —pregunto mientras camino al cuarto, quitándome el pantaloncillo y la camiseta de tirantes. —Sí, sí... pero pensaba pedírselo a Alfredo... —Yo te ayudo. Abro el armario y me lanzo la primera ropa decente que encuentro: jeans y una camiseta negra de mangas. —¿Te quieres matar, Blair? ¡Apenas has dormido tres horas! —me grita, furiosa. —. Entras a las dos de mesera y por la noche bailas en el club. ¿Y ahora vas a trabajar también por la mañana? Mientras me calzo las zapatillas, escucho el sermón habitual. Que estoy flaquísima. Que mis ojeras parecen tatuajes. Que me va a dar un patatús. —Necesito el dinero —murmuro. —Es esa malnacida de nuevo, ¿verdad? —farfulla desde la bocina. —Cassidy, no hables así de mi hermana —respondo caminando hacia la salida. Agarro la chaqueta y el bolso del gancho. —¿Acaso piensa hacerte trabajar para ella hasta matarte de agotamiento? Blair, lo que haces no es redención, ¡es gilipollez! —Cassidy, por favor… basta —respondo en voz baja, saliendo al pasillo. —No importa lo que haga Riley. Yo le debo. Arruiné su vida, lo menos que puedo hacer es... compensarla. —Dije que no me metería más en tus asuntos. Si decides seguir desangrándote por esa malagradecida, allá tú. Termina con tono hoscamente dolido y cuelga. Ni siquiera me molesto en enojarme. Cassidy es mi mejor amiga. La unica que se ha preocupado por mí desde que llegué hace unos años a este pueblo. Aun así, no entiende realmente lo que llevo encima. Y no puedo explicárselo. Mientras cierro la puerta con llave, escucho otra abriéndose a mi espalda. El pestillo metálico se arrastra con un chirrido seco. Un olor rancio me golpea de inmediato: porro barato y alcohol viejo. Mi vecino, Richard. Aprieto los dientes y apuro el paso hacia las escaleras, pero él es más rápido. Se interpone justo frente a mí. —Ey, belleza... ¿cuándo vas a dejar de hacerte la dura y me dices tu tarifa? Levanto la cabeza con fastidio. Ahí está, con esos dientes amarillos y esa sonrisa asquerosa. —Richard, ¿no te parece muy temprano para esta babosada? Apártate del medio o te voy a empujar escaleras abajo. —Eso es lo que me encanta de ti, lo fiera que eres. No sabes lo dura que la tengo ahora mismo, nena. ¿Cuánto por una chupadita? Se agarra la bragueta con una mano y con la otra intenta alcanzarme. El asco me sube desde el estómago. Pero hay algo más que se despierta dentro de mí… algo oscuro. Esa presencia que vigila constamente, esperando a que me relaje solo un poco. —Vuélveme a tocar y juro que te irá peor que la última vez que te rompí las pelotas. Saco la navaja de mi bolsillo sin pensarlo. A una velocidad que no puede igualar. Aunque soy una loba defectuosa, al menos puedo hacerle frente a un humano. Aquí, en este barrio, o te haces respetar o te conviertes en carne de cañón. Apunto directo a su cuello. Su sonrisa desaparece de inmediato. —Oye, oye... sin violencia —alza las manos. —¿Sin violencia? ¿En serio el tipo que le pega a su mujer todos los días me dice eso? ¿Crees que soy sorda, hijo de puta? Gruño entre dientes y retrocedo. Lo dejo ahí, mascullando insultos mientras me alejo. Seguro su pobre esposa está tirada en algún rincón, inconsciente. Más de una vez tuve que llamar a una ambulancia para salvarle la vida. Pero no puedo hacer mucho más por ella. Las reglas están claras: ninguna criatura puede atacar humanos sin una justificación de peso. Si lo haces, el Congreso manda a un cazador a por tu cabeza. Una organización dirigida por los ancianos más antiguos y poderosos de las razas, que rigen el mundo sobrenatural. Además tengo otra razón, me juré que nunca más jugaría a la heroína. Aprendí mi lección a las malas. Por meterme en medio de una pareja tóxica, mi vida se volvió un infierno. ***** Camino rápido hacia el trabajo. Me queda a menos de media hora: el Club Stereo. Un antro donde se mezcla lo peor de cada mundo. Humanos que se hacen los chicos rudos y son unos ingenuos. Criaturas nocturnas con piel de ovejas y hambre de depredadores. Brujas, licántropos, vampiros… todas sus peores pesadillas, sus cuentos de terror para dormir, reunidos a su alrededor. Happy Valley. Un pueblo pequeño, medio desértico y apartado. El nombre más irónico que alguien pudo elegir jamás para este hueco. ***** —¡Ya voy, ya voy! Grito, tirando el bolso sobre la acera mientras corro a ayudar a Cassidy con una caja que casi se le cae. La subimos juntas hasta la puerta del callejón lateral, por donde entramos los empleados. —Uf, pensé que me iba a cagar del esfuerzo —resopla la pelirroja, limpiándose el sudor con la manga. Su corte bob se le pega al cuello y los ojos verdes destellan como dos esmeraldas. —Deja de ser tan grosera. Que trabajemos en un antro no nos convierte en unas vulgares. —Ajá… dilo por ti, nena —bufa, y me da una palmada en la nalga. Solo me queda reír y comenzar a ayudarla. Dos mujeres haciendo el trabajo de varios hombres, pero quejarse es por gusto. El señor Argell, dueño del club y medio pueblo, es un brujo miserable que no contrata a nadie más. Sabe que estamos atrapadas y necesitamos el dinero. Así que nos exprime hasta la vida. ***** ¡BAM! Soltamos la última caja y me dejo caer en el suelo, exhausta. Cassidy no está mejor. Y eso que es una loba mucho más fuerte que yo. También vive lejos de su manada por una razón que jamás me ha revelado. Todos tenemos nuestros secretos. —Oye… ¿estás segura de que puedes con el turno de camarera esta tarde? —me pregunta, sentándose en una de las cajas. —No es que tenga muchas opciones —respondo, intentando levantarme. Me apoyo en una tablilla de madera, pero la punzada en la cabeza me hace gemir bajo. Sudo frío. Trago saliva para contener las arcadas. Intento disimular, pero Cassidy ya lo notó. —Blair… Diosa, te ves fatal. Se pone de pie y me toma la muñeca para revisarme el pulso. Aparto la mano con incomodidad. —No sé cómo convencerte de que vayas con esa curandera. Tal vez ella pueda ayudarte a sacar a tu loba. —Sabes que no tengo dinero para eso... —¡Y yo te dije mil veces que te presto! ¡Mírame! —me agarra del hombro, obligándome a mirarla a los ojos. —Cassidy… tú también tienes tus líos. No es el momento. Lo haré más adelante… —¿Te quieres morir? —me interrumpe. Su voz tiembla, pero es de rabia. —. Dímelo de una puta vez y te rompo el cuello yo misma. ¡Te ahorro este sufrimiento! —Cassidy, por favor… ¡Cassidy! Pero ya está saliendo por la puerta del almacén, maldiciendo en voz baja, tiene un temperamento de camionera. Se va y me deja sola. Me siento en el suelo a punto de llorar. Cada vez que me pregunta si quiero morir, confieso que muchas veces deseo gritarle que sí, pero sé que ella no lo dice en serio. Me cuesta respirar. La cabeza me da vueltas, el estómago lo tengo en la garganta. Pero ir a una curandera no servirá de nada. Cassidy piensa que mi debilidad es por los supuestos problemas de mi loba interior, pero no es el caso. No se puede arreglar lo que ya no existe. Mi loba no está. No tengo manada, ni hogar, o una familia que me ame. ¿Cómo podría confesarle a mi mejor amiga mi secreto más oscuro y prohibido… sin ponerla en peligro? Cómo explicarle que soy una criatura que no tengo derecho a existir en este mundo.BLAIREsperé dando una vuelta por la cuadra y, faltando cinco minutos, me acerqué al telefonillo.—Hola, soy Blair Morgan, tengo una cita con la jefa de personal.Apenas di mis datos, escuché un pitido y la reja comenzó a moverse hacia un lado, dejándome espacio.Apreté la correa de la bandolera, me alisé el vestido de abuelita y caminé lo más segura que pude.No tenía muchas esperanzas y, la verdad, a medida que me adentraba a la recepción y me indicaban el despacho de personal, iba perdiendo el ímpetu.Este colegio se notaba que era para cachorros con buena posición económica. Cada detalle de la construcción, las ropas de los empleados, todo estaba bien cuidado.—Bueno, salgamos de esta vergüenza rápido —me dije, tocando con suavidad la puerta en el segundo piso.Para cuando me mandaron a pasar, me sudaba hasta el bigote. Cerré la puerta a mi espalda, internándome en una oficina regia y amplia, llena de cubículos. Al fondo me esperaba una mujer de cabello castaño.—¿Srta. Blair?
BLAIRLe grité enojada.Parece que me había seguido y algo se movió en mi interior.—Te advertí que te marcharas, Blair. Este valle no es tan pacífico como crees. Una pequeña loba como tú puede verse involucrada en cosas muy turbias.Comenzó a avanzar con una mezcla de amenaza y algo más que estaba confundiendo con preocupación.No retrocedí.Me mantuve firme hasta que casi lo tuve sobre mi cuerpo.Tuve que subir la cabeza para mirarlo a la cara.—Si es tan peligroso, entonces, ¿por qué no me proteges tú? ¿Por qué Rhett? —me atreví a decir su nombre por primera vez.Mi mano subió a acariciar su pecho, como si tuviera vida propia.Lo sentí tensarse, pero a la vez, esas pupilas cambiaban a varios colores, delatando que no estaba tan tranquilo como quería aparentar.Que la bestia rugía en la superficie.—¿Por qué no tomas lo que deseas en realidad? Yo sé que me deseas…Me arriesgué a jalarle la camiseta blanca bajo la cazadora.La llevé a mi nariz, aspirando el olor oscuro de sus feromon
BLAIR—Bueno, queda resuelto este asunto —el Alcalde suspiró.Tratar con esos cuatro seres poderosos no debía ser fácil.—Srta. Blair, a menos que haga algo contra las reglas, puede residir en el espacio neutral. Aunque tenga en cuenta que eso no la hace miembro de ninguna de las manadas…—Entiendo, gracias… gracias… —asentí emocionada.—Hum, y pensar que ya convocan reuniones para puras estupideces —la voz arrogante de esa hembra se escuchó.Se levantó también para salir con pasos firmes.No me quedaban dudas de que iba detrás de Rhett. —Pueden retirarse todos, aunque es obvio que ya nadie respeta esta sala —el Alcalde dio por finalizado el asunto.Quise ir hacia el asiento del Alfa Rowan, pero ya se había marchado también.Regresando por el mismo pasillo, en medio de la oscuridad, una sonrisa retorcida apareció en mi boca.Una mezcla de felicidad con amargura.Pero ya no quería pensar más en él, o en su desprecio.Rhett Maddox no se merecía más mi tiempo, ni mis sentimientos.Al sa
BLAIR—Lamento la tardanza —dijo sin mucha importancia, tomando asiento con elegancia.—Srta. Judith, esperaba a su padre, el Alfa de la manada Stone Peak —le dijo el Alcalde, frunciendo un poco el ceño.—Mi padre está delicado de salud. Aquí tengo su sello —mostró un emblema pesado de oro macizo.—Esto es una simple votación. Vine en su representación, ¿o hay algún problema?Junto con su pregunta engreída, sus ojos avellana se movieron hacia los míos.—No veo por qué no… —dijo el Alcalde con un suspiro y anotó algo en sus hojas.Maldición, esa perra era una loba de pura cepa bien poderosa.Aun así, le sostuve el escrutinio sin miedo, hasta que decidió que no ensuciaría más su mirada distinguida con una defectuosa.Apartó los ojos, pero tampoco me gustó la nueva dirección.Directo a Rhett. Y se podía ver el deseo en sus profundidades.Lo bueno fue que él siguió revisando su móvil y ni volteó en su dirección.Al menos no era el señor del hielo solo conmigo.—Bien, comencemos. Señorita
BLAIR—Ca… Cassidy —me puse súper nerviosa.Ya quedaba claro que no le había hablado del secreto del Alfa Rhett.Por su seguridad y porque no quería arrastrarla a más cosas turbias.Además, este secreto era de él y mío. Admitía que no deseaba compartirlo con más nadie, ni siquiera con mi mejor amiga.—Estás nerviosa, te conozco… ¿qué escondes?De repente pasó a la habitación mirando a todos lados.Ay, Diosa, que Cassidy era peor que un perro sabueso cuando se ponía en plan chismoso.—Nada, solo… me llamó Riley, ya sabes…—Sí, ya sé… —chasqueó la lengua con fastidio.El buen humor se le esfumó.—Bueno, cuando te canses de destrozar la cama en vez de romper relaciones con esa arpía, sales a tomarte el café.La mención del café me recordó al aroma excitado de Rhett y todos sus susurros eróticos mezclados con seducción.Cassidy agitó la mano saliendo a la sala.Casi di un suspiro de alivio, pero se detuvo en la puerta.—Mmm… huele algo raro aquí adentro… —subió la cabeza y olfateó.“No, n
BLAIREn medio de la oscuridad, con los ojos cerrados y sin poderme despertar del todo, estaba siendo casi violada por ese lobo cachondo.¡Lo peor era que deseaba que me violara de verdad!—Adentro… mmnn… métela dentro… tu dura polla… más, más…Todo tipo de obscenidades incoherentes y pedidos desvergonzados salían de mi boca.—No me tientes más, pequeña… Joder, estoy muriendo aquí… Blair, mi Blair…Sshhh, maldición, tu aroma me encanta… eres mía… ¡mía!Mi cuerpo se prendía en llamas, mi alma vibraba como nunca antes.Sentía la necesidad de morderlo, de exponer mi cuello y ser marcada por mi Alfa, por mi otra mitad.Alcé las caderas cuando su mano pervertida bajó por mi vientre y se coló en mi vulva, entre mis labios vaginales.Gemí alto al ser toqueteada bien rico en el coño, me movía al compás de sus embestidas frenéticas.Ni siquiera había penetración, y esto se sentía más intenso que follarnos.La pobre cama se balanceaba a punto de desarmarse.Todo era tan intenso, visceral, una n
Último capítulo