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Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl alfa Kael Shadowfang ha pasado años sin encontrar a su compañera, resignado a la idea de que nunca tendrá una luna a su lado. Incluso su padre, el antiguo alfa, encontró una segunda oportunidad después de perder a su pareja, pero él sigue solo. Cuando el destino lo arrastra a la ciudad para una misión importante, su lobo reacciona de una manera inesperada: su compañera está cerca. Pero hay un problema. Es humana. Y es una monja. Dominado por la incredulidad y la frustración, Kael se niega a aceptar el vínculo. Una mujer frágil, ajena a su mundo, no puede ser la luna de su manada. No puede ser su compañera. Pero mientras más intenta alejarse, más fuerte es el llamado de su instinto. Y cuando fuerzas oscuras comienzan a acechar a la mujer que el destino le ha entregado, Kael deberá decidir: ¿seguirá negando su destino o romperá todas las reglas por ella?
Ler maisHay un silencio especialmente lúgubre esta noche.
La luna llena se levanta majestuosa y lenta en lo alto, derramando su luz sobre las calles adoquinadas de Tierra de Pinares.
Aria camina a pasos presurosos hacia la capilla, el sonido de sus tacones chatos resuena en la calle. La misa debe iniciar dentro de media hora, y el padre Ezequiel no es conocido por su paciencia. Esta noche le corresponde la lectura del evangelio y no puede permitirse llegar tarde, o sus tareas comunitarias de la semana serán duplicadas de nuevo.
Los sonidos de la segunda campanada llegan a sus oídos, recordándole que apenas le quedan minutos. Levanta la vista y divisa el gran crucifijo que adorna la entrada de la capilla. Sonríe. Ya está cerca.
De repente, una ventisca fuerte irrumpe en la calle y la obliga a detenerse de forma brusca. Un escalofrío recorre su espalda y una sensación extraña le indica que algo no está bien. Un leve murmullo parece surgir a su alrededor, difuso y errante, pero cuando mira a sus costados, no divisa nada ni a nadie, excepto su propia sombra en la acera.
Sacude la cabeza y revisa su reloj de muñeca. Apenas quedan algunos minutos para la última campanada y aún tiene cuatro calles por recorrer. Ajusta su pequeña cartera que cuelga de su cuello y se echa a correr.
Cuando va a cruzar la calle, el chirrido agudo de un automóvil la obliga a detenerse en seco. El susto hace que su corazón empiece a latir desesperadamente; su respiración se vuelve agitada.
Lentamente, levanta la vista hacia el coche que se ha detenido a solo unos escasos centímetros de ella. Todo en su interior está oscuro, excepto por un par de ojos naranjas brillantes en el fondo que la hacen estremecer. ¿Qué es eso?
El aire le falta. Su instinto le grita que corra, y así lo hace. No mira atrás hasta llegar a la seguridad de la capilla.
Desde el auto, Kael la observa hasta que desaparece tras las rejas de la vieja capilla.
—Vamos, ellos ya están esperando —ordena a su chofer con la voz tensa.
Su vista vuelve hacia ese sendero, hacia la capilla. Su pecho está intranquilo. Algo dentro de él se remueve con fuerza, como una tormenta a punto de desatarse. Esto no puede estar pasando. No aquí. No con ella.
El auto del alfa Kael retoma el camino hasta detenerse a pocos metros de la capilla. Cuatro hombres lo esperan frente al portón principal. La reunión debe llevarse a cabo esta misma noche. El destino de su manada depende del acuerdo al que lleguen.
Su padre, el viejo alfa Esteban Shadowfang de la manada Claro de Luna, ha depositado toda su confianza en su hijo. Él no puede fallarle. Debe llegar a un acuerdo con el alfa de la manada Luna Plateada, o la guerra entre ellos será inevitable. Muchas vidas se perderán.
Al llegar al sitio, sale del coche con la mente puesta en su misión principal, pero sus instintos lo traicionan. Antes de entrar al edificio, vuelve la mirada hacia la capilla, donde algunos feligreses cruzan el umbral para entrar.
Por inercia, inhala el aire nocturno de forma suave, buscando ese aroma que sintió hace un momento.
Ahí está. La esencia de su compañera.
—No… —susurra para sí mismo y siente su pulso retumbar en las sienes.
Ha esperado este momento toda su vida. Soñó con encontrar a su compañera, con sentir ese fuego en su sangre del que todos hablan, con la certeza instintiva de que ella es suya. Pero no así. No aquí.
Y entonces la ve de nuevo y su lobo salta en su mente. De pie frente a la capilla, con la brisa jugando con el velo blanco y negro que cubre su cabello, está la mujer que el destino marcó para él.
Una humana.
Una maldita monja.
El lobo dentro de él aúlla con furia, exigiendo que se acerque en ese mismo instante, que la reclame. Pero Kael no se mueve. No puede. Un alfa como él no puede tener una compañera humana. Su manada estaría caminando hacia el fracaso si algo así sucede. La diosa lunar se está riendo en su cara.
Un gruñido bajo vibra en su pecho mientras su lobo se retuerce dentro de él, ansioso, hambriento. Sus garras amenazan con emerger, pero él lo reprime.
Aria, todavía de pie frente a la capilla con su largo vestido negro, su rostro sereno, su postura recta, recibe a cada miembro con una delicadeza única. Permanece ajena al hombre que la observa desde no muy lejos y a la bestia que acaba de despertar.
Pero no por mucho tiempo.
De pronto, siente el peso de su mirada. Voltea y sus ojos se encuentran a lo lejos. Se estremece.
El tiempo se congela en ese i***ante. Kael siente cómo el vínculo tira de él con una fuerza desmesurada. Aria no parpadea, algo dentro de ella la i***a a ir hasta él, aunque no sabe por qué. Es un desconocido.
Pero entonces, la burbuja entre ellos estalla.
—Hermana Aria. —Una voz masculina rompe la tensión—. Entremos, la misa está por comenzar.
Ella aparta la mirada con suavidad, girándose hacia el padre Ezequiel, que acaba de acercarse. Asiente y lo sigue en silencio.
El lobo de Kael gruñe, furioso, mientras él permanece aún atónito.
No puede moverse. Tampoco huir.
No puede creer que el destino lo esté atando a una humana.
A una monja.
Una semana después en la manada Pico Lunar…La noche está en calma. Los gemelos duermen en brazos de Aria, envueltos en suaves mantas de lino blanco. Afuera, el bosque respira en silencio. Ni los grillos se atreven a cantar.Lyla, en su mente, permanece alerta. Algo en el aire no le gusta.Entonces, el viento cambia. Un aroma a flores de luna —extraño, dulzón, antiguo— cruza la montaña. Las copas de los árboles tiemblan, y una niebla plateada se desliza entre ellos.Aria lo siente antes de verlas. Una vibración en su pecho, una presencia familiar y distante a la vez. Se levanta despacio, dejando a los bebés en el lecho.—Lyla… —susurra.—Lo sé —responde su loba, con voz grave—. Ellas vienen.De la neblina emergen tres figuras envueltas en capas blancas. Al frente, una mujer de cabellos blancos y ojos como lunas opalinas camina con paso sereno. A su alrededor, el aire chispea con energía.Es Serenya, la primera de las Brujas Lunares.—Lyssara Blackwood de Pico Lunar —dice con voz suave
El grito de Aria rasga la noche como un trueno.Kael la sostiene entre sus brazos, desesperado, mientras los miembros de la manada corren a buscar a Genoveva.El fuego central aún arde, y bajo su resplandor, la figura de Aria parece bañada en luz lunar. Su piel brilla con un fulgor plateado, como si Selene misma descendiera a través de ella.Susana se acerca lo más rápido que puede para asistirla.—Resiste, mi amor —susurra Kael, con la voz quebrada—. Ya vienen… nuestros hijos ya vienen.Aria apenas puede responder. Las contracciones la sacuden, pero entre el dolor, una fuerza inmensa vibra en su interior. Lyla, su loba, ruge en su mente, empujándola, guiándola, recordándole quién es: una Luna, madre de una nueva generación.El viento se arremolina, los lobos aúllan alrededor del fuego. El cielo se abre y un rayo de luna cae cerca de ellos.—Ya está, ellos quieren nacer —dice Susana con calma sagrada mientras coloca las manos sobre el vientre de Aria—. No tenemos tiempo de llevarte a l
Cuatro meses después…El sol de la tarde cae oblicuo sobre el sendero que lleva a la montaña. Entre los árboles, una figura aparece caminando con esfuerzo, secándose el sudor de la frente. Es Nala, con su mochila al hombro y una expresión de agotamiento y fastidio que Aria nunca antes había visto. Joel la acompaña, riéndose de ella de tanto en tanto. Se recuerda a sí mismo cuando vino por primera vez aquí.A unos metros más arriba, Aria los espera con una sonrisa amplia, acariciándose el vientre redondeado que sobresale bajo el vestido de lino. Cuando Nala la ve, se detiene en seco, abriendo la boca con incredulidad.—¡Por Dios santo, Aria! —exclama, llevándose las manos a la boca—. ¿Qué... qué te pasó? ¡Estás enorme! ¿Estoy viendo mal? Esto no puede ser real.Aria suelta una risa suave y baja a su encuentro.—Hola, Nala. También me alegra verte.Su amiga frunce el ceño y la abraza de inmediato.—¡Por unos días pensé que estabas muerta, hasta que fui a tu casa y Joel me dijo que estaba
Una semana transcurre volando.En la manada Claro de Luna, todo está listo para la ceremonia de Luna y boda de Esteban y Elvira. Es una noche especial, el cielo está despejado y, aunque no es luna llena, aún brilla en lo alto, como si la diosa Selene misma estuviera bendiciendo la unión de su hijo alfa y la mujer que cambió su destino. Además, el cachorro en su vientre crece rápidamente.Joel parece haberse adaptado a su nueva realidad. El terror inicial ante los lobos se ha desvanecido por completo en estos días que lleva en la manada. Ahora incluso ríe cuando alguno de los guerreros cambia de forma frente a él. Le fascina ese mundo oculto que ignoró toda su vida.Está feliz de mudarse con su hermana Elvira y de poder formar parte de algo distinto. Quién sabe, tal vez también encuentre allí a su compañera destinada.Kael y Aria no pudieron asistir a la ceremonia. Todavía están ocupados reconstruyendo las cabañas destruidas durante el ataque. Prometieron que, cuando todo estuviera lis
—Agradezco tu ayuda, alfa Thane, pero tengo personas aquí y no les puedo fallar —dice Kael con convicción luego de recibir la oferta de Thane para ir a vivir en Luna Negra junto con Aria.Frente a él, Thane suspira, resignado.—Sé que no puedo darle todo lo que ella se merece —añade Kael, mirando hacia donde Aria ríe suavemente junto a Marina—, pero prometo que nunca le faltará nada. Ni a ella, ni a nuestro hijo. La cuidaré con mi vida.Thane asiente, y Kael continúa.—Este ya es nuestro hogar. Ellos ya son nuestra familia —afirma, señalando a los lobos que trabajan en los alrededores, levantando algunas paredes y reparando techos que se dañaron con el ataque.Thane lo observa por un momento, comprendiendo. Finalmente, acepta.—Mandaré a algunos hombres a ayudar con las construcciones. También traeré insumos y todo lo que haga falta para tus miembros —dice, extendiendo la mano.Kael la estrecha con fuerza.—Muchas gracias por eso.El silencio entre ambos es de respeto. Luego, Thane se
Elvira espera el momento en que todos se dispersan un poco. Aria está sentada junto a la ventana, observando el bosque cubierto por el brillo del sol. Sus ojos parecen más tranquilos, pero aún hay un dejo de melancolía en ellos. Elvira se acerca despacio, con una sonrisa tímida y una mezcla de nervios y ternura.—Aria… —empieza con voz baja—, necesito hablar contigo.Aria la mira, reconociendo la seriedad en su tono. Joel también se acerca, quedando de pie junto a ellas, sin saber si intervenir o no.—Quiero pedirte perdón —continúa Elvira, sentándose frente a ella—. Por no haberte dicho antes la verdad… que eras adoptada. Nuestros padres me lo contaron cuando tenía dieciséis años. Me hicieron prometer que guardaría el secreto hasta que llegara el momento indicado. Pero, sinceramente… —su voz tiembla— nunca supe cuándo sería ese momento.Aria respira hondo, tratando de procesar las palabras.—Lo sé —responde suavemente—. Y entiendo por qué lo hicieron. Quizá si me lo hubieras dicho an

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