#2

༻ TENERIFE – ISLAS CANARIAS ༺

༻ DISCOTECA DALAY ༺

Dentro de la discoteca, las luces neón y destellos estroboscópicos iluminan a la multitud que se mueve al ritmo de la música disfrutando del ambiente de fiesta que se ha formado.

En una de las mesas, Thalia se encuentra de pie entre sus amigos, mientras sonríe y sostiene su copa en alto, su belleza y porte elegante atrapa todas las miradas de manera hipnótica.

Su cuerpo, enfundado en un vestido corto y ajustado de color blanco, hace que sus curvas resalten y contraste con su piel levemente bronceada. Cuando se anima a moverse hasta el centro de la pista, el vestido brilla bajo las luces de la discoteca, reflejando destellos que la hacen aún más llamativa en medio de ese mar de personas.

—¡Tienes que brindar con nosotros! —afirma la voz de Jackie, misma que se alza entre el sonido estridente de la música.

Con una mano ya algo temblorosa, Thalia toma el chupito que le ofrece la morena al llegar a su lado. Bebiéndolo de un solo trago, siente como el alcohol desciende por su garganta, ardiente y liberador, y cuando finalmente termina de pasarlo, levanta los brazos y grita de emoción, uniéndose a los vítores de las demás personas en la pista. El ambiente es electrizante, y Thalia parece estar en la cúspide de su propia diversión, su risa contagiando a quienes la rodean.

Sin embargo, de entre la multitud, alguien la mira con un gesto más posesivo que otra cosa. Xander, uno de sus compañeros de carrera se mueve entre la multitud y solo se detiene cuando se posiciona junto a ella. Cualquier persona que esté en sus cinco sentidos puede notar que la mirada que el pelinegro mantiene fija en Thalia no es de cariño o admiración como la de los demás, sino de posesión absoluta, como el que mira a un mero objeto, un simple trofeo.

Al verla distraída en pasar bien el rato y algo perdida en la música y el alcohol, Xander aprovecha para deslizar sus manos por su cintura de Thalia, acercándola a él de una manera que a los ojos de cualquiera es claro que es demasiada invasiva, pero ella, sumida en la euforia del momento, apenas se da cuenta de la situación, su cuerpo cediendo fácilmente al contacto y manejo de su amigo.

Xander sonríe con malicia al ver que por primera vez la rubia no lo rechaza, así que, sigue tocándola, su mano moviéndose con descaro por el cuerpo de la rubia. Ella solo ríe, pero su risa ahora suena más vacía, melancólica, menos auténtica, pero el pelinegro no lo nota, simplemente disfruta del momento y la toma por la mano para guiarla fuera de la discoteca, con la firme intención de llevarla a un lugar más apartado.

Una vez fuera del local, la música y las luces comienzan a desvanecerse mientras el pelinegro la arrastra hacia un callejón oscuro y silencioso, lo suficientemente apartado de la multitud. Mientras es llevada, los pasos de Thalia son tambaleantes, su mente casi totalmente nublada por el alcohol, y sus protestas y dudas son apenas entendibles. La verdad es que, no puede asegurar en que momento termina perdiéndose definitivamente en la bruma de su embriaguez.

༻ . ༺

—Solo debo entregar un par de documentos y todo estará listo —afirma mientras mantiene la mirada fija en el camino, odia los fines de semana, todo se vuelve un caos debido a los turistas—. Tengo una entrevista la próxima semana, pero para ese momento ya debería de estar todo completo.

La voz al otro lado se escucha emocionada ante sus palabras, pero no le sorprende, su madre siempre ha mostrado una gran felicidad con cada buena noticia que recibe en lo que tiene que ver con sus hijos.

Cuando entra a la zona central de los clubs, un ligero bufido deja sus labios, pero solo lo calma el saber que está a diez minutos de llegar a casa y descansar. O por lo menos, ese era su plan original, un plan que cambia en el momento que nota, al chico que se encuentra arrastrando a una chica más inconsciente que nada hacía un callejón oscuro.

—Mamá, hablamos después, tengo algo que hacer.

༻ . ༺

—¿A dónde vamos? —Thalia logra preguntar una vez que se encuentra dentro del callejón, su irada buscando enfocar el lugar donde se encuentra o quien la acompaña.

Pero Xander solo guarda silencio mientras la lleva contra una de las paredes del callejón, tomando su rostro, busca mantenerlo firme mientras se acerca a ella para besarla.

Sin embargo, antes de que puede completar su acción, una sombra se mueve rápidamente en la oscuridad. Al tomar al pelinegro por el hombro, lo gira con gesto brusco, alejándolo de la rubia.

Al mirar a quien sea que lo interrumpió, Xander puede notar como el rostro del desconocido se muestra endurecido por la ira, y sus ojos destellan con furia se no se muestra con intención de contener.

Sin mediar palabra, Xander puede ver como el desconocido levanta su puño y luego siente el fuerte golpe que impacta contra su rostro.

El pelinegro cae, aturdido ante el golpe, su nariz comenzando a sangrar debido a la fractura que ahora presenta, su arrogancia evaporándose en un instante.

El desconocido lo mira con desdén, poco le importa la sangre que brota de su nariz, por lo que, tomando un poco de distancia, toma el impulso que necesita para dejar una fuerte patada en las costillas derechas del imbécil, esa es su manera de asegurarse de que no se levante.

Girándose hacia la rubia, nota que esta a duras penas y puede mantenerse en pie, aunque en realidad, está seguro de que si no fuera por las cajas que le hacen de soporte esto no sería así, es por ello que no puede evitar mirarla con preocupación, acercándose a ella, toma su rostro entre sus manos y revisa sus ojos apenas abiertos, no necesita de mucho trabajo para darse cuenta que no es solo alcohol lo que la chica tiene en su sistema.

A pesar de la rabia que siente al ver aquello, sabe que la prioridad es sacarla de ella, por esa misma razón su voz es suave cuando se dirige a ella.

—Vamos señorita, la sacaré de aquí —dice mientras la envuelve con su chaqueta para protegerla del frío nocturno.

Thalia, aún confundida y débil, se deja llevar por el desconocido sin mayor resistencia.

Mientras se alejan del callejón y del peligro que Xander representa para ella, pequeños hipidos comienzan a salir de la boca de la rubia, pero su salvador solo la sostiene con cuidado, mientras la arrulla con palabras tranquilizadoras.

༻ PUERTO DE SANTIAGO ༺

༻ CASA DE LEONARDO ༺

La brisa que entra por la ventana, mese suavemente las cortinas y hace que el ambiente dentro de la habitación sea agradablemente fresco.

Cuando el sol da sobre su rostro, Thalia se despierta lentamente, puede sentir sus párpados pesados mientras trata de apartar la neblina del sueño y la resaca que la envuelven. El dolor en su cabeza es punzante, cada latido se siente como un martilleo que retumba sobre su cráneo.

Sobreponiéndose un poco al dolor, intenta buscar entre sus recuerdos de la noche pasada una razón por la cual se siente de esa manera, después de todo no cree haber bebido más que en otras oportunidades.

—Jackie —llama, manteniéndose aún con los ojos cerrados, pero al no recibir respuesta se obliga a abrir sus ojos y buscar a su compañera de habitación y preguntarle qué pasó, pero al hacerlo, no le toma mucho el darse cuenta de que no reconoce el lugar donde está.

La habitación, aunque desconocida es bastante acogedora.

Las paredes son de un tono gris azulado decorado ligeramente con algunas fotos, una tabla de surf se encuentra a su derecha, cerca de la guitarra eléctrica y la planta que ocupan un lugar en la esquina.

Al girarse ligeramente, se da cuenta de que la cama en la que está acostada es grande y cómoda, cubierta con sábanas de un blanco inmaculado.

Pero, aun así, una punzada de pánico comienza a formarse en su pecho al no tener idea de cómo llegó allí. Levantando las colchas que la cubre, mira bajo estás y se da cuenta de que está vestida con una camisa mucho más grande de lo que acostumbraría a usar, claramente no es suya.

Luchando contra la sensación de vértigo, se levanta de la cama. Su visión se nubla por un segundo y siente que el mundo a su alrededor da vueltas. El frío de las baldosas contrasta con el calor que siente en su cuerpo, pero no le da tiempo a pensarlo. Necesita respuestas, pero antes de eso, necesita encontrar la salida de ese lugar.

Con pasos inseguros, comienza a caminar hacia lo que asume es la puerta de salida. A medida que avanza, el temor ante lo que puede estar al otro lado de la puerta crece en su interior y su respiración se vuelve más rápida.

Pero, antes de que pueda alcanzar la puerta, esta se abre de repente, y Thalia retrocede instintivamente.

En el umbral aparece un hombre alto, su presencia llena el espacio inmediatamente. Thalia lo observa con los ojos muy abiertos, su corazón palpitando con fuerza. Es alguien completamente desconocido para ella.

El hombre la mira con una mezcla de calma y preocupación que la desconciertan aún más. Su rostro, aunque serio, tiene una expresión suave, protectora.

—Así que, finalmente despertaste —dice con un tono de voz grave pero tranquilo.

Thalia no entiende sus palabras, por lo que solo da un paso atrás.

—¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú? —sus palabras salen apresuradas, llenas de confusión y miedo. Tanto, que no repara en si el desconocido puede entenderla al estar hablando en italiano.

El hombre no se mueve, respetando su espacio personal, pero su mirada permanece fija en ella.

—¿Así que italiana? —comenta antes de dedicarle una suave sonrisa—. Tranquila, estás a salvo. Mi nombre es Leonardo —responde con calma, manteniendo su tono bajo y apaciguador—. Ayer te encontré en un estado preocupante y te traje aquí. No te preocupes, estás en buenas manos.

Thalia parpadea, no tanto porque le sorprenda que el hombre le esté halando en italiano, sino tratando de procesar lo que acaba de escuchar. Sus recuerdos de la noche anterior son fragmentados, apenas puede recordar algunas cosas de la discoteca. En realidad, solo recuerda hasta que Jackie le dio ese trago en la pista, después, solo le duele más la cabeza al intentar recordar.

—¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?... ¿qué pasó anoche? —pregunta, aunque lo último sale como un susurro, mientras intenta calmar su respiración.

Leonardo la observa un momento antes de responder, su expresión se endurece ligeramente, como si recordara algo desagradable.

—Ayer alguien intentó hacerte daño. No sé si lo conozcas, alto, con cara de idiota y una horrible camisa hawaiana.

Ante esa descripción y las palabras del desconocido, no tarda mucho en entender que se trata de Xander.

—Pero no tienes que preocuparte, no te pasó nada grave, llegué a tiempo.

Thalia no sabe exactamente a que se refiere cuando dice “hacer daño”, pero mientras piensa en ello, vuelve a notar el pijama que viste y observa fijamente al desconocido.

—No es lo que piensas —son las presurosas palabras de Leonardo al hacerse una idea de lo que ella está pensando—, juro que no es lo que estás pensado

—¿Y cómo sabes lo que estoy pensando?

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