Thalia siente cómo sus mejillas se sonrojan y su corazón comienza a latir de forma desbocada. El toque sobre su mejilla comienza a sentirse más caliente, pero no es un calor que se conforma con quedarse solo allí, sino que empieza a extenderse a lo largo de su rostro hasta dispersar esa tibieza en todo su cuerpo.
—¿Qué? —inquiere en el mismo tono íntimo que él usa, manteniendo el contacto fijo sobre la oscura y envolvente mirada de Leonardo.
Pero no hay palabras que respondan a esa pregunta, simplemente un contacto que se extiende en una caricia más pronunciada, una mirada que se vuelve más atrapante a medida que el oscuro brillo se profundiza, aunque sin llegar a sentirse devastador; es una profundidad que ofrece resguardo.
Ninguno puede decir en qué momento exacto la distancia entre ambos comienza a cortarse; lo único que saben es que se encuentran perdidos en el horizonte de la mirada ajena.
Leonardo siempre se ha mantenido profesional y centrado en su trabajo, respetando los límit