6. Secretaria ejecutiva del CEO

Capítulo seis. Secretaria ejecutiva del CEO.

Nicole llegó a su apartamento más tarde de lo habitual, con la carpeta de informes apretada contra su pecho y la cabeza llena de pensamientos.

Kyan Byron la estaba poniendo a prueba.

Sabía que ese encargo no era más que una excusa para demostrarle que tenía poder sobre ella. La había expuesto frente a toda la sala de juntas, dejándola sin opción de negarse.

Pero lo peor de todo era que, aunque odiaba admitirlo, una parte de ella aún reconocía al hombre que él solía ser.

El muchacho que le había prometido un futuro juntos.

El mismo al que ella había destrozado con sus propias palabras.

Sacudió la cabeza con fuerza. No podía pensar en eso.

No cuando tenía cosas más importantes en las que enfocarse.

—¡Mami!

La voz alegre de Millie la recibió tan pronto como entró por la puerta, y Nicole se sintió aliviada.

Nada más importaba cuando Millie estaba con ella.

—¡Hola, mi amor! —sonrió, agachándose para recibirla en un abrazo.

Millie se aferró a ella con fuerza antes de separarse y mirarla con curiosidad.

—Llegaste tarde.

—Tuve mucho trabajo hoy —respondió Nicole, quitándose los zapatos y dejando su bolso sobre la mesa.

—¿Tu jefe nuevo es malo?

La pregunta inocente hizo que su corazón se detuviera un segundo.

Si supieras…

—No, cariño. Solo es exigente —respondió con una sonrisa falsa—. Pero todo está bien.

Millie frunció los labios, como si no estuviera muy convencida, pero luego se encogió de hombros.

—Bueno, entonces me ayudas con mi tarea antes de cenar, ¿sí?

—Por supuesto.

Nicole sabía que esa era la única parte del día en la que podía olvidarse de todo lo demás.

De Kyan.

De su trabajo.

De la verdad que debía seguir ocultando.

Horas más tarde, cuando Millie ya dormía, Nicole se sentó en la mesa de la sala con los informes que Kyan le había dado.

No tenía elección. Debía terminarlos cuanto antes.

Suspiró y comenzó a leer, intentando ignorar el hecho de que la letra de Kyan aparecía en varias anotaciones.

Intentando ignorar la forma en que su mente la traicionaba, trayendo recuerdos de cuando él le escribía pequeñas notas de amor en el instituto.

Sacudió la cabeza.

Eso quedó en el pasado.

Pero mientras revisaba los documentos, un pequeño sobre cayó de entre las hojas.

Frunció el ceño y lo abrió con cautela.

Dentro había una sola nota, escrita con la caligrafía impecable de Kyan.

"No intentes escapar de mí, Nicole. Este es solo el comienzo."

El papel tembló en sus manos.

Kyan no iba a detenerse.

No hasta hacerla pagar.

Y lo peor era que, en el fondo, Nicole sabía que tal vez se lo merecía.

Nicole sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras sus ojos recorrían la nota una y otra vez.

"No intentes escapar de mí, Nicole. Este es solo el comienzo."

Kyan la estaba acechando, moviendo sus piezas con precisión, como si esto fuera una partida de ajedrez donde ella no tenía más opción que seguir su juego.

Pero él no sabía la verdad.

No sabía que la razón por la que lo dejó no fue porque nunca lo amó, sino porque no tuvo opción.

No sabía que, mientras él la odiaba, ella se había pasado los últimos cinco años protegiendo algo infinitamente más importante que su orgullo: Millie.

—No voy a dejar que me controle —murmuró para sí misma, arrugando el papel con los dedos antes de arrojarlo al basurero.

Se obligó a respirar hondo. Mañana enfrentaría a Kyan y le demostraría que ya no tenía poder sobre ella.

A la mañana siguiente, Nicole entró a la empresa con paso firme. Se había vestido con una blusa elegante y una falda lápiz, asegurándose de proyectar seguridad.

Si Kyan quería jugar, entonces encontraría a una mujer que no se dejaría derribar fácilmente.

—Señorita Wallace.

Nicole se detuvo al escuchar su nombre y se encontró con el jefe de personal.

—El señor Byron ha solicitado que se pase por el departamento de Recursos Humanos de inmediato.

'Por supuesto que sí.'

'¿Me va a despedir?'

—Voy en camino —respondió sin titubear.

Mantuvo la cabeza en alto mientras se dirigía al piso de Gestión de Personal. No le daría el placer de verla afectada.

Cuando entró en la oficina de Rivas, el mismo hombre que le había hecho su contrato de entrada a la empresa, lo encontró de pie junto a la ventana, con una taza de café en la mano.

—Puntual, como siempre, Nicole —dijo sin voltear a verla.

—¿Sucede algo, señor Rivas?

El sujeto sonrió con burla antes de girarse hacia ella.

—Sucede sí. Ya sabes que con la llegada del nuevo C.E.O estamos reestructurando los departamentos y al personal también.

Nicole apretó la mandíbula. Tal vez sí iba a ser despedida.

—¿Para qué me llamó?

El señor Rivas dejó la taza sobre el escritorio y sacó una carpeta.

—Para discutir tu nuevo puesto.

Ella frunció el ceño.

—¿Mi nuevo qué?

El señor Rivas le extendió la carpeta, y Nicole la abrió con manos temblorosas.

Su estómago se hundió cuando leyó el encabezado.

"Secretaria ejecutiva del C.E.O."

—No… esto es un error —susurró, negando con la cabeza—. Yo soy recepcionista...

—¡Alégrate mujer! —la animó Rivas—. Estás siendo ascendida. Aquí tienes el contrato, léelo y al final de la tarde ven a firmarlo.

Nicole salió muy desconcertada y sin pensarlo mucho se dirigió a la oficina del C.E.O. No le sorprendió que este la recibiera con una sonrisa desafiante, como quien tiene el poder. Ya la estaba esperando.

—¿Por qué yo? —le preguntó Nicole directamente—. No tengo los estudios necesarios, ni el perfil. Soy una simple recepcionista.

Kyan metió las manos en los bolsillos y la miró con la frialdad de un depredador que ha atrapado a su presa.

—Ya no.

—No puedes hacer esto.

—Puedo y lo hice.

Nicole sintió el aire volverse pesado a su alrededor.

Ser la asistente de Kyan significaba estar bajo su control todo el tiempo.

Significaba que él la vigilaría de cerca.

Y eso… eso era peligroso.

—Rechazo la oferta —dijo, cerrando la carpeta y dejándola sobre el escritorio.

Kyan soltó una risa baja.

—No es una oferta, Nicole. Es una decisión.

Ella lo miró con furia.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Kyan se acercó lentamente, hasta quedar a pocos centímetros de ella.

—Porque quiero que entiendas algo —murmuró, con la voz cargada de amenaza—. Esta vez, yo tengo el control.

Nicole tragó saliva, sintiendo su mundo cerrarse a su alrededor.

Estaba atrapada.

Y lo peor era que no tenía forma de escapar.

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