5. Un hombre cruel y peligroso.

Capítulo cinco. Un hombre cruel y peligroso.

Nicole salió de la oficina de Kyan con las piernas temblorosas y el corazón latiendo con fuerza. Apenas logró llegar al ascensor sin desplomarse.

Sabía que su reencuentro con él sería difícil, pero jamás imaginó que Kyan la pondría en esta posición: vulnerable, a su merced, en su empresa y con la amenaza silenciosa de hacerla pagar por el pasado.

Se apoyó en la pared del ascensor y cerró los ojos un instante. No podía perder el control.

Si quería conservar su empleo y, más importante aún, mantener a Millie fuera de la ecuación, debía demostrarle a Kyan que ya no tenía ningún poder sobre ella.

El día transcurrió con lentitud, cada minuto se sintió eterno. Cada vez que un compañero pasaba cerca de la recepción, Nicole sentía la tensión en el aire. Ya todos la miraban de una forma distinta.

Los rumores habían hecho su trabajo.

Y ella solo podía imaginar lo que Kyan estaría planeando.

—Así que eres la famosa ex novia del nuevo C.E.O.

La voz burlona de una mujer la sacó de sus pensamientos. Nicole levantó la mirada y se encontró con una de las secretarias ejecutivas, una rubia de tacones altísimos que la miraba con una sonrisa afilada.

—No sé de qué hablas —respondió Nicole, volviendo a su pantalla.

—Vamos, todos lo saben ya. Ayer apenas podías mantenerte en pie cuando lo viste. No me digas que aún te afecta.

—Si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

La mujer soltó una risa ligera y se inclinó un poco sobre el escritorio de Nicole.

—Tal vez debas tener cuidado. Kyan no es el mismo de antes. Ahora es un hombre poderoso… y no es precisamente conocido por ser compasivo con la gente que lo traiciona.

Nicole sintió un escalofrío. ¿Era eso una advertencia?

Pero no tuvo tiempo de responder, porque otra voz la interrumpió.

—Señorita Wallace.

El tono autoritario del jefe de personal la hizo erguirse.

—El señor Byron ha solicitado que se encargue de una tarea especial.

Nicole tragó saliva. ¿Una tarea especial?

—Deberá asistir a la reunión de las tres en la sala de juntas.

—Pero… yo soy recepcionista, no asisto a reuniones —dijo con cautela.

—El señor Byron ha sido muy claro. Le sugiero que no lo haga esperar.

Nicole asintió con rigidez.

Kyan estaba jugando con ella.

Y ella no tenía otra opción más que seguirle el juego.

A las tres en punto, Nicole entró en la sala de juntas con la espalda recta y la cabeza en alto, intentando ocultar el torbellino de emociones dentro de ella.

Varias personas ya estaban sentadas en la enorme mesa de cristal, y en la cabecera, con una expresión indescifrable, estaba Kyan.

Su mirada se posó en ella de inmediato.

—Nicole, qué puntual. Toma asiento.

Ella caminó con paso firme y se sentó en la única silla vacía, sintiendo las miradas de todos sobre ella.

Kyan hizo un gesto hacia un hombre sentado a su derecha.

—El señor Robinson es nuestro director de marketing, y ha estado trabajando en una campaña importante. Sin embargo, ha habido algunos problemas con la presentación de los informes.

El hombre, un ejecutivo de aspecto nervioso, asintió rápidamente.

—Sí, señor Byron, estamos resolviendo los detalles, pero aún no hemos encontrado la mejor forma de organizar los datos.

Kyan sonrió con frialdad y desvió la mirada hacia Nicole.

—Por eso he pensado que Nicole puede ayudar.

El estómago de Nicole se contrajo.

—¿Yo? —preguntó con cautela.

—Sí. Desde que fuiste la mejor estudiante en administración en la secundaria, imagino que podrás hacer algo tan simple como organizar un informe, ¿verdad?

Nicole sintió cómo el aire se volvía denso a su alrededor.

Kyan no solo la estaba exponiendo frente a todos.

También le estaba dejando claro que aún recordaba quién había sido ella antes de que todo se desmoronara.

Las miradas curiosas y expectantes se posaron en ella.

Sabía que Kyan esperaba verla titubear.

Así que, con la mejor expresión neutra que pudo fingir, respondió:

—Por supuesto, señor Byron. Será un placer.

Kyan entrecerró los ojos, como si analizara su respuesta, y luego asintió lentamente.

—Bien. Espero resultados impecables.

Nicole sostuvo su mirada con firmeza.

No iba a dejar que la aplastara.

No otra vez.

Horas después, cuando salió de la oficina con una carpeta llena de informes que debía organizar, sentía el peso del día sobre sus hombros.

Pero lo que más la inquietaba no era el trabajo adicional.

Era el hecho de que Kyan Byron no había vuelto a ser el muchacho dulce y apasionado que ella recordaba.

No.

El hombre que estaba frente a ella ahora era cruel, calculador y peligroso.

Y ella, sin quererlo, había quedado atrapada en su juego.

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