108. FELICIDAD
Los días tejían sus hilos invisibles, convirtiéndose en semanas y, a su vez, en meses. Ivory y yo habíamos renacido de nuestras cenizas, consolidándonos una vez más como el matrimonio más distinguido y célebre de nuestra época. Habiendo superado todas las adversidades, ahora caminaba a su lado con paso firme y seguro. Ella no solo había recuperado su posición preeminente en el mundo de la moda, sino que, además, había elevado su estatus gracias a audaces proyectos junto a diseñadores emergentes de la escena urbana.
La vida parecía desplegarse ante nosotros con la majestuosidad y el esplendor que siempre debió tener. En un movimiento estratégico y simbólico, habíamos unificado nuestras oficinas centrales en un único edificio, una planta que representaba no solo el corazón pulsante de nuestros imperios comerciales, sino también el inquebrantable vínculo entre nuestras almas.
El amor que nos profesábamos no solo era nuestro refugio donde encontrábamos paz y consuelo, sino que también se