Al regresar a casa después de la visita al hospital, solicité la atención de mi sobrino Ilán para abordar temas de suma importancia. Era imperativo tomar decisiones respecto a lo que había descubierto en el sótano de la casa de nuestros abuelos maternos, que ahora pertenecía a Amaya.
—Sobrino, considero que no deberías revelar nada a la policía por ahora. Lo único que conseguirías sería ensombrecer la memoria de mi hermano Stavros y manchar nuestro legado —le expresé con preocupación—. Amaya ya está pagando por sus acciones; serías tú, siendo completamente inocente, quien cargaría con toda la culpa y vergüenza. No puedo estar de acuerdo con eso.—Tía, la verdad merece ser conocida... —intentó argumentar Ilán, pero lo interrumpí.—Puede que esas familias estén más