Capítulo 45.
Dormimos en la misma cama, pero era como si estuviéramos en extremos opuestos. Espaldas contra espaldas. Silencio contra silencio. Podía sentir la respiración pausada de Nicolás, tan cerca que con solo estirar la mano podría rozarlo, pero me obligué a mantenerme quieta.
Él lo intentaba. Lo sabía. Su brazo se movió un par de veces en la noche, como si quisiera rodearme, pero nunca se atrevió. Y aunque lo hubiera hecho, no sé si habría respondido. La confianza se había roto, y hasta que él no me hablara con la verdad, no estaba dispuesta a fingir cercanía. Prefería este frío, esta distancia, antes que seguir viviendo en una mentira compartida.
Al amanecer, apenas cruzamos palabra.
—¿Quieres que desayunemos juntos? —preguntó, con esa voz suave que antes me derribaba.
—No tengo hambre. —Mi respuesta salió cortante, sin emoción.
El silencio volvió a instalase entre nosotros. Ninguno de los dos quería dar el brazo a torcer. Ninguno estaba dispuesto a ceder sin obtener primero una confesión.