Capítulo 46.
El auto me devolvió a la mansión con un nudo en el pecho. Durante el trayecto no dejé de pensar en lo que mi padre me había dicho y, sobre todo, en lo que me había ocultado. El hospital. Camila Hilton. Martín Rodríguez. Javier. Todo enredado en la misma telaraña oscura que ahora también amenazaba la vida que crecía en mí.
Acaricié mi vientre mientras miraba por la ventana empañada. La pregunta se repetía en mi cabeza como un eco insoportable: ¿Sería capaz de dejarlo todo, incluso a Nicolás, con tal de salvar a mi hijo?
Cuando entré en la mansión, la sentí más fría que nunca. Los pasillos iluminados parecían túneles sin salida, y los guardias, estatuas silenciosas incapaces de protegerme de la tormenta que se cernía sobre nosotros. Nicolás estaba en la habitación, ordenando unos papeles sobre la cómoda. Alzó la mirada al verme, pero no dijo nada. El silencio entre nosotros era ya costumbre.
Me quité el abrigo con lentitud, con la mente todavía atrapada en la conversación con mi padre,