Capítulo 132.
POV: Mila
El amanecer desplegaba un lienzo de rojos y dorados sobre la playa frente a nuestro bungalow, las olas susurrando como un canto antiguo que mecía mi alma. Habían pasado cinco años desde el nacimiento de Clara y Alejandro, y nuestra casa costera, ahora llena de risas y huellas infantiles, era un testimonio de la vida que habíamos construido. Me senté en el porche, un cuaderno en mis manos, las páginas llenas de memorias que se habían convertido en mi salvación. El Legado de Clara, mi libro publicado el año pasado, descansaba en la mesa, su portada—un retrato que pinté de mi madre, rodeada de luz—un faro para otros sobrevivientes. Escribirlo había sido mi forma final de sanar, de transformar el dolor de mi pasado en un mensaje de esperanza. Mientras el sol subía, sentí que los traumas—Javier, Lola, la red—eran sombras lejanas, disueltas por el amor que ahora llenaba mi vida.
La casa estaba viva con el bullicio de la mañana. Sofía, ahora de diez años, organizaba a sus hermanos