Capítulo 117.

POV: Narrador.

El tribunal era un campo de batalla donde las palabras pesaban más que las balas. La sala, abarrotada de periodistas y espectadores, vibraba con una tensión contenida, como si el aire mismo anticipara el golpe final. La transmisión en vivo proyectaba rostros cansados y derrotados: Martín Rodríguez, Elena, Isabel Fernández y Arturo Mendoza—El Escorpión—alineados en el banquillo, sus manos esposadas, sus imperios reducidos a cenizas. La fiscal, con una voz que cortaba como el acero, presentó la sentencia: cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional para todos. Los cargos—secuestro, homicidio, tráfico de órganos, adopciones ilegales—se apilaron como lápidas. La jueza, una figura imperturbable, golpeó el mazo, sellando su destino. Los murmullos del público se alzaron, pero los acusados permanecieron en silencio, sus rostros reflejando desde furia contenida hasta una resignación hueca.

En una sala contigua, Nicolás observaba la pantalla, su cuerpo rígido, los puñ
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