POV: Víctor

La casa de Nicolás era un refugio herido, con cicatrices frescas de la noche anterior: ventanas tapiadas con tablas, el eco de disparos aún resonando en mi cabeza. Sentado en el borde de un sillón gastado, observé a Mila en el salón, arrodillada con Sofía y Mateo, sus gemelos, mientras apilaban bloques de madera en torres tambaleantes. Sus risas infantiles eran un faro en la tormenta que nos había arrastrado a todos, pero también un recordatorio punzante de lo que Clara nunca pudo ver. Mi pecho se apretó con una mezcla de amor y culpa, un nudo que no se deshacía. Clara debería estar aquí, sosteniendo a su hija, riendo con sus nietos. En cambio, yo era el único que quedaba, un hombre que había fallado en protegerla, ahora luchando por merecer un lugar en esta familia rota pero viva.

Mila alzó la vista, sus ojos tan idénticos a los de Clara que casi me derrumbé. Había fuerza en ellos, pero también una vulnerabilidad que me hacía querer prometerle el mundo. Nicolás estaba en