El tiempo pasó y ahora llevo 6 meses viviendo en Londres con mi amiga Brenda. Ella fue como un ángel que llegó a mi vida y, a medida que fuimos conviviendo, cada una supo más de la otra.
Brenda es una chica de 24 años, se dedica al arte abstracto. Cuando la conocí estaba en una exposición en Milán. Todavía sigue en proceso de crecimiento, pero es muy creativa y a diario trabaja en sus obras.
—¿Hoy llegas tarde? —le digo mientras me arreglo para el trabajo.
Afortunadamente conseguí rápido un trabajo en una buena empresa. Soy auxiliar administrativa, pero no me importa; lo importante es que estoy trabajando en algo que me gusta, y mi jefe ha visto potencial en mí. Puedo conseguir el ascenso.
—Vamos a llegar tarde. —¿Qué?
—Ni loca. Mañana trabajo.
—Es el debut de la colección de arte que más me ha costado realizar. Tú misma has visto todas las noches en vela y los esfuerzos económicos. No me puedes dejar plantada en esto. —Es verdad, era algo importante para ella.
—Tienes razón, amiga —m