ALESSANDRO RIZZO
Me despierto temprano con intenciones de salir a dar un paseo con Valeria. Sentía rabia con ella, pero ya llevaba varios días sin salir, y su extrema delgadez me preocupaba. A pesar de su traición, sigo preocupándome por ella. Además, sigue siendo mi esposa.
Bajo las escaleras directo a su habitación, pero al abrir la puerta, el corazón me comienza a latir con fuerza. En la cama no había nadie. Corro hacia el clóset y faltaban algunas prendas.
—¡Mierda!
Salgo corriendo en busca de alguno de mis hombres, pero me encuentro con un sobre que está sobre el escritorio.
—¿Qué es esto? —lo tomo y lo abro, llevándome una no grata sorpresa. Eran papeles de divorcio y, sobre ellos, estaba plasmada la firma de Valeria—. ¡Joder!
—¿Qué ocurre? —entra Sasha con una bata, recién levantada.
—Valeria se escapó —le lanzo los papeles y ella parece no estar sorprendida, lo que enciende mis alarmas—. ¡Tú! —se asusta cuando la señalo con el dedo—. ¿Qué le hiciste?
—¡Joder, Alessandro! Yo no