BIANCA
El vestido negro se deslizaba como agua oscura sobre mi piel mientras me observaba en el espejo. Esta noche no era Bianca Moretti, la hija del capo. Esta noche era Alessandra Ricci, una rica heredera interesada en invertir en el negocio de arte de Vittorio Bianchi. Un hombre que, según mis investigaciones, mantenía vínculos con quienes habían intentado asesinarme tres veces en el último mes.
Me coloqué los pendientes de diamantes —auténticos, por supuesto; los detalles importan cuando se interpreta un papel— y repasé mentalmente el plan. La gala benéfica en la mansión Bianchi era el escenario perfecto: exclusiva, llena de la élite de Milán y, lo más importante, un evento donde nadie esperaría ver a la recién coronada reina de la familia Moretti.
—Señorita, el auto está listo —anunció Sofia, la única persona que sabía de mi plan.
—Gracias. ¿Alguna noticia de Luca?
—Sigue en Roma, como ordenó. No sospecha nada.
Asentí, ignorando el nudo en mi estómago. Había mantenido a Luca lejo