BIANCA
El reflejo en el espejo me devolvía la imagen de una mujer que ya no reconocía. Mis ojos, antes fríos y calculadores, ahora escondían una vulnerabilidad que me aterraba. Pasé los dedos por mi cabello suelto, negro como la noche, y respiré hondo. La habitación, decorada con el lujo propio de los Moretti, se sentía como una jaula dorada.
Luca. Su nombre se repetía en mi mente como un eco interminable. El hombre que había jurado protegerme, el mismo que ahora representaba mi mayor amenaza. No solo para el imperio que con tanto esfuerzo intentaba mantener, sino para mi propia cordura.
Me serví un whisky y lo bebí de un trago. El líquido quemó mi garganta, pero no logró apagar el fuego que sentía por dentro cada vez que pensaba en él. En sus manos ásperas, en su mirada penetrante, en la forma en que su presencia llenaba cualquier habitación.
—Esto es una debilidad —murmuré para mí misma, apretando el vaso vacío—. Y los Moretti no somos débiles.
El recuerdo de mi padre resonó en mi c