BIANCA
La luz del atardecer se filtraba por los ventanales del despacho de Bianca, tiñendo la estancia de tonos dorados y carmesí. Sentada tras su escritorio de caoba, observaba con atención el informe que acababa de recibir sobre los movimientos de la familia Russo. Sus dedos tamborileaban sobre la madera pulida mientras su mente trabajaba a toda velocidad, trazando conexiones, buscando patrones.
El sonido de unos nudillos contra la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante —dijo sin levantar la mirada.
Luca entró con paso firme. Vestía un traje negro impecable que contrastaba con su camisa blanca. Bianca alzó la vista y lo estudió con detenimiento. Desde el incidente en el almacén, había mantenido las distancias, limitándose a interacciones estrictamente profesionales. Pero esta noche tenía otros planes.
—¿Me mandaste llamar? —preguntó él, manteniéndose de pie frente al escritorio.
Bianca se levantó con movimientos pausados, consciente de cómo el vestido rojo que llevaba se aju