Yamila Kaya, se metió con el hombre equivocado. Un hombre que le vendió el cielo, la luna y las estrellas. Un hombre que cuando la supo embarazada no quiso saber nada más de ella, y no dudo un segundo en dejárselo claro. Con ayuda de su familia, Yamila, logró salir adelante, y trato de permanecer lejos de los hombres durante tres largos años. Motivada por su mejor amigo, sale por unas copas en un bar y conoce a un poderoso, sensual y atractivo multimillonario, que de inmediato queda prendado por ella. Lo único que no imagino Yamila, es que ese hombre que parece quererle bajar el cielo y las Estrellas, es nada más y nada menos que el hermano mayor del padre de su hijo. Aron Bianchi, descubre a la mujer de sus sueños en un bar, y no descansa hasta hacerla suya. No le importa nada que ella sea madre soltera. ¿Será que tampoco frenará sus sentimientos por Yamila, cuando descubra que es la madre del hijo oculto de su hermano?
Ler maisPREFACIO
—¡No quiero ser padre Yamila! ¡Además nada me garantiza que ese niño sea mío!… ¡Nada!—¡Andres! ¡No me puedes hacer esto!¡Mi padre me matará si sabe que estoy embarazada, y que no me voy a casar!— explique sin poder creer lo que acaba de decirme el hombre al que me entregue entera sin ninguna reserva.—¡No me interesa como reaccione tu padre!— me escupé Andres en la cara y siento como que puedo desmayarme.—¡Idiota!¡ Mi padre es arabe! ¿Sabes la vergüenza que significa tener una hija soltera embarazada? ¡Incluso me pueden apedrear en la calle!— recalqué casi a los gritos sin poder creerme que ese idiota sea capaz de salirme con semejante bajeza.—No me importa Yamila… no me importa nada. Lo que sea que hallamos tenido se acabó desde el momento que decidiste embarazarte— sentencia y no puedo evitar que las lágrimas bañen mis mejillas.Otra vez ese sueño que me roba la calma. No es solo un sueño, o una escena creada por mi cabeza, es el recuerdo de mi error. Apartó las malas ideas d emi cabeza, ya que no me hacen bien ni al bebé, ni a mi.Despierto temprano, ya que me resulto bastante difícil conciliar el sueño durante toda la noche. Un dolor extraño me estuvo molestando… me duele un poco la cadera y siento que el corazón se me quiere salir del pecho.El reloj apenas marca más seis de la mañana, pero aún así siento que me hago pis. Así que como puedo intento ponerme de pie, después de apartar las mullidas sábanas. Es pesado moverse con un embarazo de nueve meses.Tan pronto pongo los pies en el piso un líquido transparente corre por mis piernas, y hace un charco en el piso.«¡El momento llegó!»«¡Estoy de parto!»«¿¡Por Allah! Ahora que hago?»Leí todas las revistas, todas las apps telefónicas que me brindaban información para cuando esté momento llegará, pero aún así estoy aterrada.Camino despacio saliendo de mi anotación, las contracciones están comenzando, y esto está yendo muy rápido, pues el dolor que antes creí que era una estupidez, se ha multiplicado por mil.Logró llegar a la habiatacion de mi padre, y tocó despacio. Luego del tercer toque la puerta se abre.—El momento llegó— le dejó saber a mi padre que habré la puerta asustado, a penas amanece y sin dudas esto también lo ha tomado por sorpresa.—¡No te preocupes, Yamila!¡ Estoy contigo y todo saldrá bien!En un cuarto de hora estamos ya en el coche dirigiéndonos al hospital, donde había programado que fuera el parto.—¡Aahhrrr! ¡Llama a Camil!— le ordenó a mi padre entre una contracción y otra. Ciertamente están llegando más seguidas y mucho más dolorosas—. ¡Llama a mi hermana!—¡Tú hermana también está embarazada, Yamila! ¡No creo que le permitan entrar contigo!— con la certeza absoluta de que esto no va bien vuelvo a pedir por mi hermana.—¡Tu solo llámala, papá!— le insisto a mi padre, Justo antes de que el dolor de la próxima contracción me superara del todo.Llegamos al hospital, y tal como creí, las cosas no iban bien. Tan pronto los médicos me revisaron confirmaron que así era. Mi presión arterial estaba por los aires, y una preeclampsia a estas alturas no era un buen presagio de que este embarazo terminaría bien. Había leído tanto del tema, y sabía que esto podía ocasionar complicaciones serias, incluso mortales, para el bebé y para mi.Enseguida me llevaron al salón de parto, y un poco antes de que comenzara con la labor llegó Camil. También se le veía aterrada. Tenía unos siete meses de embarazo, pero su barriguita era incluso más grande que la mía.—¡Camil!— gimoteé tan pronto la vi, ante mi padre me hacía la fuerte, pero ante mi hermana era distinto.—¡Shhh! ¡Todo estará bien!— trato de tranquilizarme ella.—¡No, no todo está bien!¡Mi presión no está bien!— dije aguantando las lágrimas—. Sé que los médicos han tratado de esperar a que se normalice, pero también sé que ya no se puede aguardar más.—¡Solo estás paranoica! No eres Obstetra, y yo tampoco, ¡dejemos que hagan su trabajo!— me trato de contener mi hermana.—¡Prométeme dos cosas!— le exigí en medio de la desesperación—. ¡Prométeme que si hay que salvar a uno de nosostros, salvarás al bebé!—¡No seas ridícula! ¡Todo irá bien!— me dijo con conviccion—. Sé que es normal estar aterrada, viví lo mismo con el embarazo de Emira , ¡pero todo irá bien!—¡No me importa! ¡ Prométemelo— chille con un nudo en la garganta, y con el dolor en el pecho. El dolor que producía el solo imaginarme que dejaría a mi hijo solo, y que no vería su carita, si todo salía mal.—Está bien… ¿Qué otra cosa quieres que te prometa?— musitó Camil con tono afectado, asintió pero no dijo las palabras que yo necesitaba escuchar—. ¿Hay algo más? — preguntó ella tomando mi mano mientras yo soportaba los efectos de una fuerte contracción.—¡Llama al padre de mi bebé!— pedí sollozando—. ¡Llámalo y pídele que venga!Camil sacó su teléfono y de inmediato marcó el número que yo le dicte, y después de varios tonos, la voz soñolienta de Andrés se escuchó en el altavoz.—Es la hermana de Yamila— se identificó Camil, y solo recibió silencio del otro lado de la línea– Ella está teniendo a su bebé y creí que a usted le interesaría saberlo…—¡Creíste mal!— respondió aquella voz alterándome mucho más de lo que ya estaba—¡Yo no tengo nada que ver con esa mujer y ese Niño!— respondió con cinismo y desprecio—. ¡No vuelva a llamarme!Camil me miró boquiabierta, y yo encajé las uñas en la piel de mis muslos para mitigar el dolor que esa llamada había provocado en mi. Me dolía más que el propio trabajo de parto en si.Ese día Andres Sandarti murió para mi. Esa fue la última vez que escuché su voz, y la primera vez que hice algo bien por mi misma.YAMILA KAYA No doy crédito a la estupidez que acaba de decir, el momento se pausa cuando Camil interrumpe en la sala de espera, retirándose el gorro quirúrgico y su esposo caminó hacia ella. —¿No entendemos qué pasa? — le confesó Farid y yo me quede en silencio, cegada casi al borde de un colapso por la obvia presencia y la estupida incoherencia del padre biológico que Amed. —¿Dónde está mi hijo, Camil?— pregunté histérica a punto de necesitar medicación contra todos los males psiquiátricos conocidos. —Amed continúa en el salón, la cirugía va muy bien— contestó ella, y me centre en eso, eso era lo único importante. Eso era lo único que calmaría mi agobiado corazón. Farid le dio una medio sonrisa a su esposa, y la abrazó con fuerza. Después que soltó a mi hermana ambos se acercaron y me abrazaron.—Todo está bien, niñita rebelde— susurro mi hermana y aún conteniendo el aire, no pude evitar preguntar.—Si este bueno para nada está aquí… ¿Quien fue el donador?¿Es de los cientos de po
YAMILA KAYA —¡No es mi culpa que seas una total tarada!— respondió él alzándose de hombros y totalmente relajado— No puedo creer que te hayas tragado el cuento de que yo era compatible con «nuestro» bastardo. —No puedes estar hablando en serio— rugi acercándome a él peligrosamente con los puños cerrados lista para atacarlo. —Para colmo de males un bastardo defectuoso… La buena noticia es que nuestros próximos hijos nacerán dentro del matrimonio y sanos….¡ “sanos”!— se vanaglorió y eso fue lo último que dijo antes de que mi puño se estampara en su rostro haciendo que su nariz crujiera ante el impacto. —¿Estas loca?— preguntó confundido, y solo me acerque más, prendiéndome de su cuello— ¿Dónde diablos esta mi hijo? ¿Quién será el domador?— vocifere estremeciendo a todos los presentes en aquella sala de espera de cirugía. —¡No lo se! ¡Nunca se te ocurrió pensar que había cambiado, falseado, adulterado esos exámenes… ¡Dios! ¡Si que me casé con una tarada!— se lamentó aún sujetándose l
YAMILA KAYAMi cabeza se llena de caos, de ira, de resentimiento. Mi furia se convenga toda en un solo punto, en el culpable de la gran parte del sufrimiento de mi vida.Mi padre se percata de inmediato de mi reacción. Aprieto los puños junto a mi cuerpo, y paso el peso de mi cuerpo de un lado a otro, tratando de no irme encima de ese monstruo y márcale todas las facciones con mis uñas.Fui un verdadero torbellino totalmente incontrolable en la adolescencia y los años de la primera juventud, al punto que mi padre no podía controlarme, o casi me dio por incorregible, pero nunca fui violenta. Al mirarle papá supo que haría pedazos a ese infeliz si no me detenía a tiempo. No entiendo, quiero comerme al mundo, demandar al hospital, y solo hago acopio de mi sentido común, tratando de encontrar una explicación razonable para que ese estorbo esté ensuciando mi vista con su jodid@ presencia.Intento dar un paso hacia él, pero mi padre sostiene mi brazo.—Tienes rostro de cualquier cosa, me
YAMILA KAYANo pude pegar un ojo en toda la noche, quise que la noche fuera eterna, a pesar que en la mañana obtendría lo que tanto le había pedido a Allah: una médula para mí Niño, una oportunidad para que continuara con vida y para yo verlo crecer saludable, el sueño de toda madre.Mi padre estuvo hasta tarde en la noche, estuvo esperando por que mi hermana apareciera. Mas la última vez que alguien nos informo de su paradero en aquel enorme hospital, resulta que estaba en una complicada cirugía tratando de salvar a un conductor imprudente.Estaba desesperada, pues en unos minutos más llegaría una enfermera del quirófano a buscar a Amed. Quería abrazar a mi niño tan fuerte a mi pecho y no separarme de él nunca .El miedo a perderlo dentro de aquel quirófano me invadió. Pensé en todas las veces en que no había sido la madre que yo misma me había prometido ser, las veces que perdí la paciencia por estar cansada… y solo pude llorar.Amed era mi mundo y si lo perdía, prefería morir yo
AARON BIANCHI —No solo…— Camil se quedó en silencio—Lo que hice no fue totalmente legal… analice una muestra tuya sin tu autorización, así que si luego quieres acusarme… lo entenderé.Le hice un gesto con la mano, como para que obviara es posibilidad. No demandaría a nadie, y mucho menos a ella que me había quitado esos m@lditos dolores con la morfina.—Ya dime de una vez y no habrá necesidad de demandar a nadie…—Los protocolos del hospital son Bueno estrictos con respecto a…—¡Ábrelo de una vez!— fue Damiana quien respondió ansiosa—, solo dios sabe lo poco que ha descansado este hombre desde que descubrió que tendría que conseguir un donante hasta debajo de las piedras, pues él no podría salvar al niño. Camil, quizás menos dramática que lo que creí que sería destrozó un lado del sobre sellado sin mucha ceremonia, y sacó el documento que guardaba en su interior.Lo saco y leyó, sus ojos se movían de un lado a otro del documento, y con cara de profundo desprecio me pasó el docum
AARON BIANCHI Siempre supe que la hermana de Yamila era una excelente cirujana, y el que me hubiera despertado vivo, era la mejor prueba de eso. Intente reincorporarme de inmediato, pero realmente me dolía hasta respirar. Me daba cuenta que había sido un total inconsciente en conducir de aquella forma imprudente, pues aunque estaba vivo, era poco probable que continuara en ese estado.Trate de centrar mi vista, e inalar y exhalar para mitigar un poco el dolor, y controlar un poco mis adoloridos músculos .Fue en vano, solo salió una respiración pesada, cuando hice un esfuerzo casi sobre humano por sentarme. Aunque creí estar solo, Damiana apareció en el ángulo de mi visión.—Morí mil vidas cuando me avisaron anoche— dijo con el semblante más preocupado que le había visto…, o no… quizás el dolor en su rostro me recordó al día en que desahuciaron a su hermana, o al día en que finalmente murió. Ella sabia que no podría hablar, tenía una especie de respirador mecánico sobre mi boca
Último capítulo