CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

YAMILA KAYA

Inmediatamente me quedé sin habla, de modo extraño y sin proponérmelo, me quede inmovil. Las mariposas que creí muertas, despertaron en mi estómago, bajo la presencia imponente de aquel hombre que de seguro tenía la madurez de los años, ademas de la sexualidad y la experiencia de unos cuarenta años.

—¿Qué me dijo?— pregunté, a pesar de haberlo escuchado perfectamente.

—¿Qué si me buscabas?— repitió y otra vez me enseñó una sonrisa ladeada que dejó ver sus dientes blancos y Perfectos.

Otra vez me quedé como una idiota detallando ese rostro de Dios del Olimpo.

—¡No!¡Claro que no!— respondí tan pronto salí del hechizo casi hipnótico que lanzaba ese hombre sobre cualquier mujer que lo mirara así de frente y a poca distancia.

—Parecía lo contrario— anunció ladeando un poco la cabeza y por un momento odie que fuera tan seguro de sí mismo al punto de ser arrogante.

–Te equivocas, solo buscaba el baño, señor…

—Bianchi— se apuró en responder extendiendo su mano hacia mi—Aarón Bianchi.

—Mucho gusto señor Bianchi, ahora si me lo permite voy al baño— traté de apartarme de él pero su mano extendida hacia mi, me obligó a detenerme.

A riesgo de ser descortés quería escapar de su presencia, si antes había querido contemplarlo mejor, ahora me daba cuenta que había sido un terrible error.

Algo me decía que ese hombre era del tipo que no están acostumbrados a aceptar a No como respuesta.

—¿No me darás tu nombre?…, si me lo das prometo cuidarlo muy bien— bromeó en un tono tan embriagador que mis bragas tambalearon un poco. Él si sabía cómo conquistar a una mujer, aunque esta no estuviera dispuesta a nada.

—Me llamó Yamila, Yamila Kaya. Ahora si me lo permite, debo dejarlo. Mis amigos me esperan.

—Me gustaría invitarte un trago, tus amigos no han notado tu ausencia —propuso poniendose otra vez muy serio, y me señaló con la cabeza el sitio donde Melisa y Richi estaban a punto de perder la dignidad bailando un paso que le vieron hacer a Beyoncé; mire al hombre frente a mi y en ese momento no supe decidir cómo se veía más atractivo, si totalmente serio o con esa sugerente sonrisa ladeada que había mostrado antes.

Contuve la respiración antes de responder, mis complicaciones diarias no daba espacio para amigos ocasionales, o mejor dicho… amantes ocasionales.

—Seré breve…— dije con toda la intención de espantar a mil metros a ese hombre de mi—. Aquí donde me ve, soy madre soltera y tengo una batidora sin tapa en casa…—

—Pero…— quiso decir el señor Bianchi, pero no lo deje hablar.

—Además, soy enfermera. O sea que cuando no estoy ocupada con mi hijo pequeño, estoy haciendo guardias en un hospital…

—Eso no me importa…¡hoy estás aquí!— me dejo en claro y dio un paso para acercarse más a mi, pero sin estar ni siquiera cerca de rozarme. Aún así los vellos de mi cuerpo reaccionaron a esa cercanía, al erizarse como si un campo electromagnético de cuatrocientos cuarenta voltios hubiera hecho contacto.

—Pero…— esta vez fui yo la que quise protestar pero él se impuso.

—¡Solo uno!¡Solo un trago!— pidió tratando de conciliar y me miró con expresión sincera. Estaba segura que no lo conocía de nada, pero aún así su cara me parecía demasiado familiar.

«Aarón Bianchi» definitivamente nunca lo había visto… porque de ser así no lo habría olvidado.

Tampoco su apellido me sonaba de nada. Era la primera vez que lo veía, de eso estaba segura, pero aún así aquella rara sensación de conocerlo , aún estaba ahí.

—¡Solo uno!— confirmé algo nerviosa.

Él sonrió feliz de haberse salido con la suya, y si antes pensaba que su sonrisa ladeada era digna de un retrato en el Louvre, cuando sonrió sinceramente, el aire dejó de llegar a mis pulmones, y el oxígeno a mi cerebro. Solo me quede allí, mirándolo como una tarada, mientras él sonreía.

—Iré al baño primero— murmuré girando en redondo y sintiéndome lo suficientemente nerviosa, para querer escapar de su presencia, así fuera por la minúscula ventana que posee cada baño.

Me tome mi tiempo en salir, si algo logra espantar a un hombre es una mujer que juega con su tiempo, así que con la absoluta convicción de que Aaron Bianchi desistiría, salí una vez más.

Diez minutos después, aún él estaba ahí. Tranquilamente recostado a la pared, y con los brazos cruzados sobre su pecho. No estaba mirando directamente la puerta del baño, más bien parecía sumido en sus pensamientos hasta que me vio atravesar el umbral proveniente de los lavabos.

Era imposible no contemplarlo. Sus brazos fuertes parecían que podían reventar las costuras de ese traje a la medida.

—¿Lista?— preguntó cuando me vio por fin.

—No creo que se necesite meditar para tomar un trago— pronuncie en tono burlezco.

Esta vez el solo rodó los ojos, y con seguridad absoluta de que no sería rechazado, tomó mi mano para guiarme hasta la barra.

Sin dudas mi primer instinto fue alejarme, pero él fue tan rapido y tan sutil a la hora de tocarme, que no tuve tiempo a reaccionar. Cuando me di cuenta ya lo seguía, caminando de su mano, hacia la barra cercana a la pista de baile.

La música era un poco más romántica, cosa que no favorecía para nada mi plan de salir corriendo.

Richi me hizo una mueca cómica y entrecerró los ojos desde lejos cuando me vio llegar a la barra. «¡Zorr@! Estuvo a punto de gritarme… ¡Lo sé!¡Lo vi en su cara!»

—¿Qué quieres tomar, bonita?— preguntó Aarón tomándome por la cintura para levantarme sin que me lo esperase y me acomodó rápidamente en una de las sillas altas del bar.

No fue un simple toque, a los dos nos afectó por igual.

Sabia que entre nosotros se desataría una química casi nuclear desde que lo vi, por eso me percaté que era momento de escapar.

«¡Corre Yamila, corre!» me gritaba mi cerebro…

«¡Corre tu, o hazlo correr a él!»

—Un Manhattan— respondí sin pensarlo mucho. Si lo hubiera pensado mejor me hubiera percatado que la mezcla de los Gin Tonic con el whisky del trago no era la idea más brillante del mundo.

—¡Que sean dos Manhattan!– le pidió Aarón al bartender que lo atendió de inmediato pasándose a los turnos de los otros clientes que estaban cerca.

—¡Enseguida jefe!— respondió diligente el joven de detrás de la barra.

Y con su respuesta me di cuenta que Aarón Bianchi no era otro cliente más allí esa noche. Él al parecer era el dueño de aquel casino.

Con el primer sorbo que le di al Manhattan me di cuenta que perfectamente , yo también podía ser Flash, «dejándome deslumbrar por ese hombre a una velocidad supersónica» y eso en mi actual estado civil, pondría considerarse un problema. Tampoco estaba interesada en aventuras, o en algo que pudiera quitarme el tiempo que pasaba con mi hijo.

Así que traté de no pensar, ni mirar con otros ojos al hombre increíble que tenía en frente y concentrarme en pasar la noche, al igual que lo harían las otras ciento cincuenta mujeres que estaban en ese Casino esa noche.

—Entonces, ¿Tienes un hijo?— preguntó Aarón suavemente pero con una voz tan sensual que puso alerta cada partícula de mi cuerpo.

—Si, tengo un hijo— admití orgullosa. Amed era mi vida, mi motivo para salir adelante; y yo cada vez que tenía la oportunidad de gritarlo a los cuatro vientos y vanagloriarme de ello , pues lo hacía—. ¡Tengo al más hermoso bebé! ¡Es sumamente inteligente y educado!

—¡Me gustan los niños!— agregó Aarón con expresión sincera y amable, pero claro está, si trataba de llevarme a la cama esta noche, era obvio que dijera algo así —¿Y eres enfermera?—inquirió corroborando que había entendido bien lo que le había dicho antes.

—!Así es!— afirmé con la cabeza algo mareada por el alcohol— Hice un curso por dos años, y aunque aún estoy estudiando, ya llevo un año trabajando…–. Me quede en silencio por unos intantes, hasta que llegó mi turno de abordarlo—¿Eres italiano?— pregunté basándome en su apellido, ya que mi experiencia con los hombres de Italia no era la mejor.

La alimaña desvergonzada e inmencionable que había puesto cromosomas para formar a mi hijo, era también Italiano, así que mi opinión sobre los hombres de esa nacionalidad no fuera la mejor.

—¡Solo un poco!— se justificó muy serio—. A veces me gustaría tener menos sangre italiana en mis venas, pero mi madre vive orgullosa de sus raíces— comentó con la voz tomada por un tono que no le había escuchado y las facciones de su rostro se oscurecieron. Incluso en sus ojos apareció algo así como un viejo rencor, sencillamente que decidí cambiar de tema. Descubrí que me gustaba más el Aarón relajado y enigmático, que hasta ahora había visto.

—¿Italiano?…y… ¿Socio mayoritario de un casino?— indagué con diversión, logrando que el mudara su semblante a uno más relajado.

—Italiano si, pero… ¿socio mayoritario?…¡No!¡Por Dios!— respondió dejándome un poco confundida. Estaba segura de haber escuchado al barman llamarlo “Jefe”. Mi desconcierto se notó en mi rostro.

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