YAMILA KAYA
No doy crédito a la estupidez que acaba de decir, el momento se pausa cuando Camil interrumpe en la sala de espera, retirándose el gorro quirúrgico y su esposo caminó hacia ella.
—¿No entendemos qué pasa? — le confesó Farid y yo me quede en silencio, cegada casi al borde de un colapso por la obvia presencia y la estupida incoherencia del padre biológico que Amed.
—¿Dónde está mi hijo, Camil?— pregunté histérica a punto de necesitar medicación contra todos los males psiquiátricos conocidos.
—Amed continúa en el salón, la cirugía va muy bien— contestó ella, y me centre en eso, eso era lo único importante. Eso era lo único que calmaría mi agobiado corazón.
Farid le dio una medio sonrisa a su esposa, y la abrazó con fuerza. Después que soltó a mi hermana ambos se acercaron y me abrazaron.
—Todo está bien, niñita rebelde— susurro mi hermana y aún conteniendo el aire, no pude evitar preguntar.
—Si este bueno para nada está aquí… ¿Quien fue el donador?¿Es de los cientos de po