CAPITULO 5

YAMILA KAYÁ

—Espero que te marches más tranquilo después de haber visto que tu madre esta mejor— le dije a Aaron que ya se marchaba a su casa a descansar. Después de desayunar juntos, él había ido a ver a su madre y yo casualmente fui designada al área en el cual estaba la habiatacion de descanso de la señora Bianchi. La madre de Aaron estaba mucho más tranquila y un poco menos adolorida, a pesar de que el golpe de la caída fue fuerte, también su presión arterial se había estabilizado. Era casi seguro que le darían de alta al día siguiente, así que la situación había sido controlada.

—Si, un poco.— musitó él rascándose la cabeza y despeinándose aún más ese cabello negro azabache que contrastaba tanto con su piel blanca y los ojos azules—. La verdad es que me asuste mucho. ¡Si le hubiese pasado algo… no me lo perdonaría!— confesó Aaron y en sus labios se formó una línea que me dejó ver que tan contrariaado estaba con todo el tema del accidente— Pero… creo que lo mejor es que vaya a bañarme— comentó cambiando el tema, y su rostro se iluminó con una leve sonrisa. Era evidente que no estaba bien, pero aún así intentaba mostrarme su mejor rostro—. ¿Te veré por la tarde?— quiso saber y no supe que decir, tenía un problema con decirle que «No» a este hombre.

—¡Aquí estaré!— me apure en responder, y él tomó esa respuesta como un si, se acercó un poco para besar mi mejilla, y se despidió con la voz ronca—. ¡Ve tranquilo, si surge algo con tu madre, te avisaré!¡Tengo tu número de teléfono!— le recordé y él sonrió un poco —No te des tan fuerte a ti mismo, los accidentes solo ocurren, no te culpes por lo sucedido— dije sin pensar bien en lo que decía, no se porque sentía la necesidad de hacerlo sentir mejor y reconfortarlo a pesar de apenas conocerlo. Él me miró con ternura ladeando un poco la cabeza, y me puse nerviosa de inmediato, y no de pronto no supe si lo que acababa de decir había sido lo correcto.

—¡Gracias, Yamila!— agregó sinceramente, me ofreció su mano, y yo le di la mía. Su sencillo tacto erizo cada vello de mi cuerpo, pero disimule para que no lo notara.

Camil apareció al otro lado del pasillo y comenzó a hacerme caras graciosas, y evidentemente me cohibí aún más. Retire mi mano, y Aaron notando mi cambio de actitud se marchó de inmediato.

—¡Uy, Uy, Uy!…— alardeó mi hermana una vez que estuvo cerca y donde nadie pudiera escucharla— Ya veo que Melisa tenia razón, y alguien aquí tiene nuevo pretendiente.

—No escuches a Melisa, a veces suele ser chismosa— respondí y me excuse con el trabajo para no tener que dar explicaciones. Camil había vivido conmigo él desastre que se había vuelto mi vida afectiva, y no quería especulaciones al respecto.

Aun después que Aaron se fue del hospital, sentía que su presencia me afectaba, es como si tuviera hipopótamos corriendo por mi estómago. Varias veces en el día me sorprendí a mi misma riéndome sola… cosa extraña; porque a estas alturas de mi vida lo que yo tenia de idealista, me lo quitó los golpes de la vida. Que no fueron pocos al haber sido educada en Arabia Saudí , y haber deshonrado a mi padre según nuestras tradiciones.

Ahora prefiero vivir con los pies en la tierra, por eso me parece tan extraño a mí misma que a este hombre me hubiera bajado las fronteras, y que yo le estuviera permitiendo acercarse mucho más, que a la otra decena de machos alfa que intentaron seducirme en los últimos tres años, en los que me vi sola y con Amed en brazos.

Me concentre en mi trabajo, que por cierto en esta jornada no era poco. Cada vez que pude me acerque a la habitación de la madre de Aaron, y le di rondas, sin que ella a penas lo notara. No quería molestarla, así que solo la observaba por el cristal de la sala, para asegurareme que se encontrara bien. La mayor parte del tiempo, la señora Bianchi se mantuvo despierta y sumida en sus pensamientos. Su expresión era realmente triste, así que no pude dejar de sentir curiosidad por la causa de su tristeza.

La tarde se fue en un suspiro, y al final de la jornada me encontraba entregando mis reportes a la secretaría del piso.

Camil había estado viendo a un paciente en post operatorio cerca y daba indicaciones en la historia clínica junto a mi, y Melisa estaba sumida en terminar su reporte apoyada en el escritorio de la secretaria.

Fue entonces cuando Melisa levantó la vista por pura casualidad, acto seguido le pegó un codazo a Camil en las costillas, y Camil hizo lo mismo conmigo, sacándome de mi concentración.

Allí, en medio del pasillo, Justo hacia nosotros, el mismísimo dios del trueno. Aaron vestido en ropa de diseñador, era una cosita que me haría babear aún estando deshidratada.

Las tres nos quedamos mirándolo caminar con paso airado hasta llegar a nuestra posición.

—¡Señoritas!— saludó él cortésmente, y solo Camil le ofreció la mano respondiendo al saludo. Melisa y yo, creo que aún seguíamos en shock.

Suerte para nosotras, que mi hermana estuviera acostumbrada a manejar la belleza masculina, así que era muy difícil impresionarla a ella que estaba casada con el jeque más atractivo de todo el Medio Oriente.

—Un placer conocerlo, Doctora Camil Aray— se presentó Camil, y Aaron posó sus ojos en mi.

—Lo mismo digo, doctora— respondió Aaron con una expresión noble en el rostro.

—Creo que nosotros nos vamos— solto Melisa recogiendo a prisa el tremendo reguero de notas que había hecho para terminar su reporte, y prácticamente arrastrando a Camil, para dejarme sola con el recién llegado.

Quedamos en silencio hasta que ese par, se perdieron de nuestra vista y solo así Aaron volvió a decir algo.

—Veo que tus amigas, quieren que estemos solos— agregó siendo muy coqueto.

—Es-Estamos en la sala de un hospital… Es imposible estar solos— me defendí, y él hizo una mueca cómica con los ojos.

—Tienes razón— admitió

—Tu madre ha pasado un día muy bueno— le informé y él se alegro profundamente—. Creo que si te ve, se puede alegrar mucho.

—¿No ha venido nadie más a visitarla hoy?—preguntó él con el ceño fruncido y yo negué inmediatamente con la cabeza.

—No que yo sepa— me apure a responder— Le di varias rondas sin que ella lo notase, y siempre estuvo sola— respondí mirándolo a los ojos. La verdad que su belleza física era imapactante. Ahora más descansado se le notaba mucho más, tampoco tenia ya las incipiente barba que exhibía en la mañana, mas el golpe en un pomulo, ahí estaba, más morado que en la mañana.

—¿Quieres venir conmigo a visitarla? — dijo, y más que una pregunta era una proposición, y yo tuve que disculparme. No veía a Amed desde la tarde anterior que lo deje donde Camil, para irme de copas con los chicos, así que tenía que ir primero a casa de mi hermana a por mi hijo, antes de volver a casa.

—Lo siento, tengo cosas que hacer esta tarde, y ya llego mi hora de salida— dije apenada, porque de verdad moría por estrechar a mi regordete de tres años en mis brazos.

Él hizo un gesto de aceptación, y no dijo nada más. Se disculpó y siguió directo a hacia la habiatacion donde se encontraba la señora Bianchi descansando.

Yo seguí inmersa en la entrega de mi servicio, y luego fui a cambiarme al área de las enfermeras. En menos de diez minutos ya estaba cambiada, cómoda y lista para ir a casa de Camil.

Bajé corriendo al parqueadero, y vaya desilusión , cuando descubri que mi coche tenía dos llantas pinchadas.

Me pareció un poco extraño, pero quizás había conducido por encima de algo que causó este desastre.

Caminé por el parqueadero buscando con la vista el coche de mi hermana, pero al parecer se había marchado.

Así que sin mucho más por hacer, no me quedó otro remedio que valorar la posibilidad de llamar un taxi…

Salí del parqueadero y caminé a la calle, atestada de transeúntes a esta hora, y ni un solo taxi a la vista.

Pasaron otros cinco minutos, y ya me sentía helada por el viento gélido del invierno. Entonces un vehículo de alta gama frenó tras de mi.

Mi primer pensamiento, fue que se trataba de mi cuñado, pero al voltearme, descubrí un rostro distinto tras el volante.

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