Las sombras de la mansión se alargaban más temprano esa tarde, como si quisieran ocultar secretos que aún no estaba preparada para enfrentar. Sin embargo, la inquietud que llevaba dentro era más fuerte que el miedo, y esa noche me lancé a explorar un rincón prohibido de la casa: la biblioteca privada de mi padre.

Había algo en su desaparición que no encajaba, y mi instinto me empujaba a rascar debajo de la superficie. Encontrar respuestas no era solo un capricho, sino una necesidad para entender quién era realmente mi familia y, sobre todo, qué me habían estado ocultando.

La puerta de la biblioteca cedió con un crujido apenas audible. Dentro, el aire olía a madera vieja y polvo acumulado, mezclado con un dejo a cuero y papel antiguo. Las estanterías, que llegaban hasta el techo, estaban repletas de libros y cajas selladas. Mi mirada recorrió cada volumen hasta que mis dedos tropezaron con una trampilla camuflada detrás de unos tomos de historia italiana.

Con cuidado, levanté la tapa y