David
Mientras conduzco de camino a mi oficina, la confianza con la que me fui se desvanece cada vez más. No recuerdo en qué momento se me ocurrió que tenderle una trampa a Ámbar para comprobar si sus sentimientos por mí son genuinos, era una buena idea.
«¿Y si realmente se escapa?», pienso, aterrorizado.
—No, no es posible. Nadie sube a esa colina, y Pecas tampoco la bajará a menos que quiera matarse —murmuro.
Tampoco podrá abrir la reja, desde luego. A todos les he quitado las llaves.
Suelto un suspiro, aunque eso no me trae mucho alivio. Sé que Ámbar no podrá escaparse de mí, pero se me aprieta el pecho al pensar en que lo intente, en que se sienta desesperada por encontrarse con Joshua. Tengo que investigar más a fondo sobre él y por qué está haciendo negocios con mi padre.
Toda esta situación es demasiado extraña. Una pequeña parte de mí tiene la esperanza de haber malinterpretado las cosas, de que Ámbar sea inocente y de que nada de lo que ha dicho en estos últimos días sea una