Ámbar
Cuando David estaciona frente a la empresa, se me encoge el estómago. Antes de que ocurriera todo esto, Grupo López era mi orgullo, mi refugio, la prueba de lo fuerte que me volví tras el divorcio. Ahora, en cambio, solo me recuerda lo podrida que está esta sociedad, de que pertenecer a las altas esferas tiene un costo muy alto y que, cualquier error, puede costarte todo.
Tal vez todo se esté resolviendo, tal vez pronto todo quede atrás, pero yo no volveré a sentirme igual.
—No tengas miedo, estoy contigo, Pecas —me dice David, besándome la mano.
—No es miedo —suspiro—. El problema es que estoy decepcionada.
—¿Decepcionada de mí?
—No, decepcionada de la sociedad que nos rodea —sonrío con tristeza—. Creí que con esta empresa por fin me aceptarían, que dejaría de ser tratada como menos. Ahora veo lo fácil que es destruir una reputación. Que el dinero y los contactos…
—El dinero, los contactos y la reputación no te dan amor —me interrumpe, mirándome a los ojos—. Nada reemplaza es