Capítulo 51

El amanecer llegó como una burla cruel.

La luz grisácea apenas se filtraba entre las cortinas cerradas del apartamento de Mateo y Clara, pero nadie allí sentía que hubiera comenzado un nuevo día. Era como si la noche se hubiera extendido, implacable, cubriendo sus corazones con una oscuridad que ninguna claridad podía disipar.

El silencio era espeso, sofocante. Se escuchaba de vez en cuando el roce de los pasos de Mateo, que no había parado de caminar de un lado a otro desde que Clara fue arrancada de su lado. Sus ojos estaban rojos, hundidos, y cada tanto se llevaba las manos al rostro como si quisiera arrancarse la piel para despertar de esa pesadilla.

Emma lo miraba con el corazón encogido. La noche anterior había intentado hablarle, ofrecerle un abrazo, pero lo único que logró fue escuchar sus gritos de impotencia. Ahora se mantenía sentada junto a Alejandro, con los dedos entrelazados en los de él, temblando aún con el recuerdo de cómo los hombres encapuchados irrumpieron y convi
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