Luca
La sangre aún me hervía en las venas cuando cerré la puerta tras nosotros. El eco metálico del seguro resonó en la habitación vacía como un disparo más, sumándose a los que habíamos esquivado hace apenas una hora. Isabella temblaba, pero no de miedo. La conocía demasiado bien para confundir ese temblor con debilidad. Era rabia pura, contenida bajo esa piel de porcelana que ahora lucía una mancha carmesí en la mejilla izquierda.
No era su sangre. Era la de uno de los hombres que intentó matarnos.
Nos miramos en silencio. La habitación del hotel de carretera apenas tenía una cama y una lámpara que proyectaba sombras amarillentas sobre las paredes descoloridas. Afuera, la lluvia golpeaba contra los cristales como si quisiera entrar a terminar lo que las balas no pudieron.
—Luca... —comenzó ella, pero su voz se quebró.
No necesitaba palabras. Yo tampoco las tenía. ¿Qué podía decirle? ¿Que todo estaría bien cuando ambos sabíamos que era mentira? ¿Que la protegería cuando acababa de fa