Gabriele después de despedirse de Luciano, llegó a la casa de su familia, su padre lo estaba esperando en la sala, con un semblante rígido y serio. Su madre, sentada a un costado, tenía en su rostro una expresión de preocupación, parecía que intuía lo que se avecinaba.
—Gabriele… —comenzó su padre, — necesito que me escuches.
Gabriele sin decir nada, solo se preparó para lo inevitable.
—Dime papá.
—Luciano Vaniccelli no es para ti, ya basta de esta tontería.
Gabriele sintió cómo su estómago se apretaba, pero por ahora tenía que permitir que lo tratara como si fuera un niño.
—No te preocupes, papá. —dijo con voz temblorosa. —He decidido alejarme de él.
Su padre levantó la mano, exasperado.
—¡Espero que sea cierto!, Luciano es un hombre peligroso, y no voy a permitir que sigas perdiendo el tiempo con él, Gabriele.
Gabriele abrió los ojos, sorprendido por la vehemencia de su padre, quiso decir algo, pero su hermana Amalia se adelantó, ella se levantó de su silla, mirando a su padre con