Gabriele estaba en un parque, disfrutando de una exposición de fotos al aire libre. Caminaba junto a un amigo de la escuela, admirando cada imagen, sus ojos no perdían detalle. Ya pasaron tres meses desde la última vez que vio a Luciano, y aunque se hablaban todos los días, lo extrañaba muchísimo. De repente, su teléfono vibró en el bolsillo del abrigo. Lo sacó y miró la pantalla: era el nombre de Luciano. Sintió una alegría enorme y contestó sin perder tiempo.—Hola, Luciano —dijo Gabriele, con una sonrisa en la voz.—¿Dónde estás, cariño? —Preguntó Luciano. —Estoy en una exhibición de fotos en un parque.—Contestó Gabriele, mientras caminaba hacia un rincón más tranquilo para no ser escuchado.—Acabo de llegar a Roma —dijo Luciano.—¿Qué? —exclamó Gabriele—. ¿Estás en Roma en serio? ¿De verdad?—Sí —confirmó Luciano—. Acabo de aterrizar. —¡No puedo creerlo! —Gabriele apretó el teléfono con fuerza, bajando un poco el volumen porque no quería que su emoción llamara la atención.—¿Est
—Te extrañé tanto, cariño —susurró Luciano. Luciano le daba un beso desesperado, su lengua caliente explorando su boca. Gabriele gemía, lo miraba y su corazón dolía. Había esperado tanto para esto. Ahora que finalmente lo tenía de nuevo, era más hermoso de lo que imaginaba, mucho mejor. Luciano apoyó las manos en el sofá, adoptando una postura provocativa. Se inclinó y besó su nuca, oliendo su cabello. —Te deseo, Gabriele —susurró. Entró lentamente en él, de manera tortuosa, sin resistencia alguna. Se retiró un poco para empujar más profundo, hizo una pausa para acariciar su cuerpo, besó su espalda, sus manos recorrieron su piel y lo sintió temblar.—Estoy dentro de ti, me encanta —dijo con voz ronca.— Muévete, no te quedes quieto, por favor — le pidió Gabriele con una voz suave y algo desesperada. Luciano se movió lentamente, poniendo las manos en sus caderas, disfrutando del calor y del contacto dulce que sentía. Gabriele gemía debajo de él, estremeciéndose y apretándolo contra
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el suave susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el ambiente. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraro
Esa noche, mientras continuaba la algarabía del baile con un ambiente lleno de risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: sus ojos penetrantes, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, G
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, bebiendo una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. Sabía que su amigo estaba lidiando co
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu
En el camino de regreso a casa, Gabriele, toma la decisión de preguntarle a Luciano algo que había estado guardando en su interior.—¿Alguna vez has sentido una atracción especial por un hombre? —Preguntó Gabriele, con un titubeo en su voz, mientras sus ojos buscaban en los de Luciano una pista, una señal que lo guiara a entender lo que él mismo no lograba comprender.Luciano lo observó con un rostro inexpresivo, al principio, Gabriele pensó que quizá no había escuchado bien, o que Luciano necesitaba unos segundos para procesar la pregunta, pero conforme los segundos se alargaban, la falta de una respuesta se volvió más clara. Era como si la pregunta de Gabriele no tuviera el menor impacto sobre él.¿No tienes nada que decir? —Gabriele murmuró.Luciano lo miró fijamente, sus ojos eran tan intensos como siempre.—Nada que decir, Gabriele. —Finalmente, su voz salió sin emoción alguna.La respuesta de Luciano y la ausencia de cualquier tipo de reacción en este hombre, hizo entender a Gab
Con los días transcurriendo, Gabriele se encerró en su estudio, perdiéndose en el lienzo. Sin embargo, algo irónico comenzaba a suceder: Luciano no dejaba de aparecer en sus pinturas. A pesar de su esfuerzo por no pensar en él, su rostro seguía surgiendo en cada trazo, en cada pincelada. Gabriele estaba atónito, incluso algo alarmado por el grado de obsesión que comenzaba a desarrollar por ese hombre. Creía que estaba cruzando una línea peligrosa, la sola idea de estar enamorándose le aterraba, y se cuestionaba si realmente había perdido el control de su corazón y de su mente.Esa misma noche, Gabriele sintió el impulso de salir de su aislamiento, decidió reunirse con algunos amigos y dirigirse a un restaurante, buscando desconectarse de la tempestad emocional que lo consumía.Pero al llegar, algo lo detuvo en seco, justo ahí, en una mesa cercana, estaba Luciano. Su presencia lo golpeó como un relámpago, Gabriele sintió un cambio inmediato en la temperatura de su cuerpo, y todo lo qu