Gabriele caminó un buen rato, queriendo despejar su mente y olvidar ese momento tan incómodo que vivió con Azzurra al salir de la academia. Las ofensas crueles aún le resonaban en la cabeza: “una perra asquerosa y un gay inmundo”. Una hora después, llegó a su apartamento, fue directo a la cocina, sacó una botella de vino tinto y se sirvió una copa. Se sentía solo, necesitaba un abrazo, alguien que le diera apoyo. Tomó su celular, dándose unos minutos para pensar a quién llamar. Pensó en su hermana Amalia, pero ella estaba en Milán y no quería preocuparla más, así que decidió no marcarle y en su lugar llamó a su amigo Damián.
—¿Estás libre hoy? Te invito a cenar en mi casa.
Damián respondió rápidamente:
—¡Claro, perfecto! Nos vemos esta noche.
Gabriele quiso cocinar, pero rápidamente se dio cuenta de que eso no era lo suyo, así que pidió comida a un restaurante famoso por su gastronomía. Arregló la mesa con cuidado, colocó los cubiertos y platos, y puso una buena botella de vino. Escuc