—Te extrañé tanto, cariño —susurró Luciano.
Luciano le daba un beso desesperado, su lengua caliente explorando su boca. Gabriele gemía, lo miraba y su corazón dolía. Había esperado tanto para esto. Ahora que finalmente lo tenía de nuevo, era más hermoso de lo que imaginaba, mucho mejor. Luciano apoyó las manos en el sofá, adoptando una postura provocativa. Se inclinó y besó su nuca, oliendo su cabello.
—Te deseo, Gabriele —susurró.
Entró lentamente en él, de manera tortuosa, sin resistencia alguna. Se retiró un poco para empujar más profundo, hizo una pausa para acariciar su cuerpo, besó su espalda, sus manos recorrieron su piel y lo sintió temblar.
—Estoy dentro de ti, me encanta —dijo con voz ronca.
— Muévete, no te quedes quieto, por favor — le pidió Gabriele con una voz suave y algo desesperada.
Luciano se movió lentamente, poniendo las manos en sus caderas, disfrutando del calor y del contacto dulce que sentía. Gabriele gemía debajo de él, estremeciéndose y apretándolo contra